Como un domingo cualquiera, aquel 1 de agosto del 2004, el capitán Christian Vázquez, quien en ese entonces tenía solo 21 años y dos años como bombero voluntario, se encontraba compartiendo un día tranquilo con su familia en la ciudad de Fernando de la Mora.
Todo cambió cuando comenzó a sonar la línea baja de su casa.
Del otro lado del teléfono estaba la voluntaria Alba Álvarez, quien le comunicó a su compañero que debía alistarse para acudir a un incendio “aparentemente grande”.
En ese momento, Christian Vázquez no se imaginó que aquel siniestro, que comenzó en la cocina del supermercado Ycuá Bolaños, se convertiría en una de las mayores tragedias civiles de la historia del Paraguay.
Pocos minutos después de terminar esa llamada llegó apresurado hasta su domicilio su camarada Sebastián Gamarra.
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Sin perder tiempo y teniendo bien claro lo que debía hacer, Christian agarró su equipo, recibió la bendición de su mamá, se despidió y fue rumbo al supermercado situado en la avenida Santísima Trinidad y Teniente Teodoro Rojas, en el barrio Trinidad de Asunción.
El actual encargado de Relaciones Públicas del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay (CBVP) recordó, en contacto con Última Hora, que estando sobre la avenida Mariscal López, en la zona conocida anteriormente como Curva de la Muerte, ya lograron ver la intensa humareda que se expandía por el cielo capitalino.
Todas las programaciones en los medios de comunicación se interrumpieron para informar minuto a minuto lo que estaba pasando en el supermercado. Antes de llegar al mediodía de ese domingo, el ambiente ya se volvió complicado, tenso y de a poco fue ganando la desesperación.
“Camino al incendio recuerdo que estábamos escuchando la radio. Se hablaba de una tragedia con 11 muertos y ambos nos miramos preocupados. Llegamos al Ycuá Bolaños, estacionamos, nos uniformamos rápido y comenzamos a retirar gente”, comenzó a narrar ya volviendo mentalmente al lugar del trágico suceso.
En el sitio le tocó rescatar a sobrevivientes y también la difícil tarea de quitar los cuerpos de las personas que no lograron salvarse del fuego. El cansancio fue ganando debido al arduo trabajo, el fuego no daba tregua y cada minuto que pasaba era valioso para seguir salvando vidas.
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Vázquez rememoró que también formó parte de un equipo que tenía que hacer el desarmado de una antena que estaba en el súper y que, en un momento dado, se produjo una alerta por riesgo de derrumbe del centro comercial.
“Esa fue la primera vez en mis cortos dos años de bombero que me pregunté ‘qué hago acá’, pero duró muy poco el miedo y continuamos trabajando sin descansar”, manifestó.
Siguiendo con el relato, resaltó que la solidaridad de la ciudadanía fue un hecho que quedó muy marcado en él. La gente, en medio de toda la desgracia, comenzó a atender a los bomberos con lágrimas artificiales, comida y jugos.
“Para mí fue muy grato algo que pasó, cuando me tocó salir muy tarde, veo a toda la ciudadanía movilizada atendiendo a los bomberos. Recuerdo que una señora me ofreció lágrimas artificiales, nos dieron comida y jugos. Eso tocó mi corazón, la solidaridad de la ciudadanía”, expresó.
Estar tan de cerca de la tragedia, considerada por él y por muchos como el día más triste del Paraguay fuera de lo que es un conflicto bélico, le produjo cierto pánico y muchas madrugadas de descanso interrumpidas.
Incluso, algunos de los bomberos voluntarios que tuvieron la ardua tarea de combatir el voraz incendio ya no quieren hablar sobre el tema, ya que para ellos sigue siendo un recuerdo terrible y muy doloroso.
“Durante un mes me despertaba todas las madrugadas gritando. Quedé con cierto pánico también. Al ir a los supermercados lo primero que uno hacía en esa época era mirar por dónde salir corriendo”, detalló.
Se salvó porque fue a jugar quiniela
Christian Vázquez seguía incansablemente con su labor de rescate, pero por unos minutos decidió ir hasta una estación de servicios que estaba cerca para llamar a su mamá.
En ese trayecto, se encontró con un señor vestido de blanco y temblando de pánico. Instintivamente se acercó hacia él y le preguntó cómo estaba o si necesitaba alguna asistencia, pero el hombre no podía hablar.
Insistió y volvió a preguntarle si requería ayuda o si tenía a algún familiar dentro del Ycuá Bolaños. Luego de un minuto, el hombre reaccionó, le comentó que era carnicero en el supermercado y que salió a jugar quiniela porque estaba en su hora de descanso, poco antes de iniciarse el incendio.
Desde aquella vez, él no volvió a saber nada del trabajador y tampoco recuerda su nombre.
“El señor se salvó porque salió a jugar quiniela en su hora de descanso”, rememoró como un caso anecdótico.
Los héroes anónimos
Hay muchos héroes anónimos, hay gente que falleció entrando para salvar a otras personas, señaló emocionado Christian Vázquez.
Entre tantos, trajo a colación a un jugador de rugby, del cual tampoco ya recuerda su nombre, pero aseguró que nunca olvidará que dio su vida por salvar a otros.
“Rescató a siete personas con vida, pero en la octava vez que entró ya no logró salir. Hubo gente que dio la vida y ni siquiera sabemos sus nombres, pero hay que recordarlos”, afirmó.
Agregó que “ellos son los verdaderos héroes”.
También decidió hablar unos minutos sobre su padrino y bombero Cristian Emhart, quien fue asesinado años atrás por un militar en Fernando de la Mora.
“Él es un mártir y también estuvo en el Ycuá Bolaños trabajando incansablemente. Fue un día trágico, triste y la historia más negra del Paraguay fuera de lo que es un conflicto bélico. A mí me afecta mucho esta fecha”, reconoció.
Apertura del Sitio de Memoria y Centro Cultural 1-A
El Memorial y Centro Cultural fue un proyecto encabezado por los propios allegados de las víctimas y cuenta con un total de dos plazas, donde se podrán realizar clases, eventos culturales, conferencias, proyecciones, entre otras actividades.
Juan Pío Paiva, propietario del supermercado, fue condenado a 12 años de prisión. Su hijo Víctor Paiva también fue condenado a 10 años de cárcel, aunque en agosto del 2007 consiguió la libertad con restricciones. El 4 de diciembre de 2020 falleció como consecuencia del Covid-19.
El otro condenado a cinco años de cárcel fue el guardia Daniel Areco, quien cerró las puertas para que la gente no pudiera salir durante el incendio.