07 sept. 2024

Traición, acoso y cárcel, ingredientes de séxtuple asesinato por venganza

La lluvia caía con intensidad sobre San Lorenzo, en la noche de aquel 6 de abril de 2001. El reloj marcaba las 23.00, cuando la fiscala Blanca Agüero, que entonces llevaba una semana como agente del Ministerio Público, pasó frente a la casa ubicada sobre las calles Azara casi Mariscal Estigarribia, en San Lorenzo, para atender el caso de una mujer víctima de violencia doméstica, sin saber que allí se estaba desatando uno de los crímenes más atroces de los últimos tiempos.

Juicio.  Cruhy Arroyo (detrás) junto a su hermano Julio César en el Juzgado.

Juicio. Cruhy Arroyo (detrás) junto a su hermano Julio César en el Juzgado.

La casa pertenecía a la familia Almirón y allí fueron asesinadas 6 personas, tres de ellos eran niños y dos mujeres.

Tres días después, el 9 de abril, se produjo el hallazgo macabro y la fiscala Agüero fue la designada para la investigación. “Fue el primer homicidio que me tocó”, recordó confesando que en su mente aún persisten los cadáveres de Nicolás Almirón, su pareja Herminia Colmán Esquivel, la hija de ambos, Marilú Almirón Colmán (12), Lorenza Almirón (14), hija de Nicolás y los cuerpos de la hermana de Herminia Melania Colmán y el hijo de esta Gustavo Ortiz Colmán (12) que se encontraban de visita.

A pesar del mal tiempo, había festejo en la casa de los Colmán ya que era el cumpleaños de Herminia y en medio del jolgorio de la fiesta sonó el timbre y fue entonces que Nicolás, el único hombre que se encontraba en el lugar salió a ver quién era.

Cuando abrió el portón se topó con un viejo conocido, John Cruhy Arroyo Folle, a quien invitó a pasar. El hombre estaba acompañado de su hermano Julio César, que entonces era menor de edad.

Ni bien entraron, Nicolás fue encañonado y obligado a guardar silencio. Luego, también redujeron a los miembros de su familia quienes fueron amordazados y maniatados y la alegría del momento se tornó en terror.

confesión. Para la Justicia no hay duda, luego de los meses de investigación. Arroyo Folle confesó que había ido hasta el lugar en busca de venganza.

Almirón y Arroyo –según los investigadores– eran socios en un negocio ilícito.

El primero tenía un taller mecánico en su casa, donde se copiaban las llaves de algunos autos que luego eran robados por Arroyo.

Según fuentes, la sociedad comenzó a deteriorarse cuando Cruhy cayó preso por primera vez por robo de vehículo, supuestamente por una traición de su socio, que dio la información para su detención.

Estando preso, él se habría enterado que Almirón intentó aprovecharse de su entonces concubina que quedó desamparada luego de su entrada en la cárcel.

Almirón, por pedido de su socio, habría dado posada a la mujer en un salón comercial de San Lorenzo y allí él la visitaba constantemente con fines de mantener relaciones. Ante la negativa de la mujer, este le habría plantado droga y esta fue a parar al Buen Pastor.

La mujer también habría sido obligada a firmar un contrato de alquiler para ser involucrada con el hallazgo de la droga.

Este hecho –según los investigadores– habría desatado la furia de Arroyo Folle, que apenas salió de prisión, en el año 2001, se dispuso a vengar a su concubina.

Vecinos lo vieron en la noche del viernes 6 de abril con su hermano cenando en una pollería, esperando el momento para dar el golpe. “Él fue a buscar el contrato que habían hecho firmar a su concubina para que esta pueda dejar la cárcel”, explicó la fiscala recordando la declaración de Arroyo.

A golpes. Una vez que recuperó el documento, maniató a sus víctimas y se aseguró que no fueran a gritar les golpeó con fuerza en la cabeza con una pala y luego a rastras llevó los cuerpos al patio trasero de la casa, donde su hermano Julio César cavó una fosa común con la misma pala asesina.

Se presume que las niñas y las mujeres fueron violadas, aunque este dato no se pudo comprobar de forma científica, por el estado en que se encontraban los cuerpos.

17 años después, la fiscala sigue impactada por el caso que la inauguró como investigadora. “No recuerdo otro caso en que de una vez un hombre mate a seis personas”, expresó.

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