Cuando se trata de servicios tecnológicos, o de base tecnológica, la presencia de enormes empresas globales puede pulverizar a las empresas locales contratando a sus mejores técnicos y, eventualmente, captando hasta sus clientes locales. Somos un país con relativamente poca población, pocos consumidores y muy poca gente calificada técnicamente. Una medida paliativa es que haya regulaciones gubernamentales, como por ejemplo se dio con la maquila cuando la venta local para empresas del exterior se limitó al 10% de la facturación total; o que se regule la repatriación de beneficios; o que se fomente una migración calificada, entre muchas alternativas.
Una línea de acción que nuestros empresarios de servicios digitales deben considerar es mejorar las condiciones de los actuales recursos humanos claves mediante mejores incentivos, entre ellos fuerte capacitación, y aumentar sus motivaciones. Los servicios digitales son portátiles, nosotros podemos contratar de cualquier parte del mundo, los demás también pueden. La empresa que se instala aquí puede mudarse en días.
Nuestro sector privado no consume mucho de los servicios que se producen aquí por muchas razones, la gran mayoría muy válida: falta de cumplimiento, falta de calidad, carencia de solidez, falta de recursos humanos, resistencia al cambio, debilidades de gobernanza y otros. La transparencia y rendición de cuentas que se achacan al sector público también son pendientes de la mayor parte del sector privado. Ambos sectores no se sienten cómodos con auditorías externas serias. No nos ayuda que el mercado de valores sea principalmente una alternativa más de prestar dinero y aún no sirva mucho para captación de inversiones, o compra/venta de acciones.
Una segunda línea de acción es internacionalizarse. Esto tiene grandes desafíos. Cualquiera que abre una sucursal sabe que se complica la gestión y control, por lo que el primer paso es ordenarse y priorizar límites e indicadores. “Suspender el ego” al menos por un tiempo. Hay muchas formas de hacerlo, sería ideal tener un “Uruguay XXI”*, aun sin ello, algunas empresas paraguayas ya lo han hecho en distinta magnitud, y ojalá nuestros líderes empresariales puedan dialogar y fortalecerse mutuamente, y asuman que es un camino de resistencia. Recordar que nuestros aciertos nos benefician, nuestros errores perjudican a nuestros colaboradores y proveedores que no siempre disponen de nuestras opciones para recuperarse.
Que el Espíritu Santo nos conceda coraje y perseverancia para seguir construyendo una sociedad prospera y respetuosa.