A diario, somos testigos como miles de paraguayos ven pasar parte de sus vidas desde la ventana de alguna unidad de transporte público, sin la esperanza de que el Gobierno impulse medidas para mejorar o paliar algo de esa frustrante situación.
Un estudio publicado por la empresa Visa indica que los latinoamericanos pasan un promedio 92 minutos diarios en el tránsito, que equivale a 25 días por año, según datos del estudio Cómo aprovechar el poder de la movilidad urbana en América Latina y el Caribe. El análisis también destaca la necesidad de introducir métodos de pago con dispositivos móviles para fomentar la modernización y el uso del transporte público.
“Para que la gente empiece a preferir el transporte público a medios privados de transporte hacen falta programas y políticas que mejoren el acceso y la comodidad, servicios con mejor cobertura, una flota de vehículos moderna, menores tiempos de viaje y opciones de pago más simples”, explica un comunicado.
Si bien el objetivo de esta investigación es revelar la necesidad de introducir los medios de pago electrónicos en los sistemas de transporte, no podemos dejar de analizar las horas diarias que pierden los ciudadanos para trasladarse de un punto a otro debido al precario sistema de transporte público.
El fallido Metrobús es un claro ejemplo de cómo aquellos que gobiernan no están interesados en que mejore la calidad de vida de aquellos que mueven el país con su trabajo diario. Lo que para muchos fue un calvario justificado durante la construcción de un sistema que les hubiese cambiado sus vidas terminó en una gran frustración.
Cuando hablamos de un transporte público eficiente, sin duda alguna, hablamos sobre una mejor calidad de vida. Todos tenemos derecho a ganar horas a la hora de desplazarnos hasta nuestros hogares y hasta nuestro lugar de trabajo.
Mientras aparecen nuevas urbes en los alrededores de la capital del país, el sistema de transporte sigue estancado en un esquema que permite a unos pocos empresarios hacerse cada vez más ricos, ofreciendo un pésimo servicio a los usuarios, quienes además pagan con sus impuestos los subsidios.
El tren de cercanías, el cual basado en la experiencia del Metrobús muchos consideran como otro nuevo fracaso, podría paliar en algo la situación, pero se debe reconocer que hará falta mucho más.
Salir de casa antes de que salga el sol, rogando por qué el colectivo de las 05:00 no le pase para poder llegar a su trabajo dos horas después, en un trayecto menor a los 20 km, es la constante para muchos compatriotas.
Urge que las autoridades inicien una verdadera transformación del sistema de transporte, el cual ya no esté basado en beneficios para los empresarios que dejan caer a pedazos sus buses, esperando a que el Gobierno les otorgue subsidios para comprar nuevas unidades.
Sabemos que el país cuenta con muchas otras necesidades y que gran parte ni siquiera tienen el privilegio de contar con un empleo formal. Pero es hora de que las instituciones encargadas y las cuales se suponen están especializadas, se pongan las pilas para intentar ofrecer una mejor calidad de vida a quienes a diario ven pasar sus vidas de largo desde las ventanas de los saturados buses y sometidos constantemente a los maltratos hacia su dignidad.
Necesitamos soluciones reales y no parches constantes que sostienen desde hace décadas a un sistema arcaico. Aunque parece muy ambicioso esperar que aquellas autoridades que no son capaces de resolver problemas vinculados a un boleto estudiantil sean quienes propongan e impulsen soluciones para esta eterna problemática.