Por Andrés Colmán Gutiérrez
@andrescolman
El 19 de junio de 1969, el gobernador del estado de Nueva York, Estados Unidos, el multimillonario Nelson Rockefeller, visitaba oficialmente el Paraguay, en representación del presidente norteamericano Richard Nixon, para estrechar lazos con el Gobierno del general Alfredo Stroessner, quien llevaba 15 años en el poder.
La presencia del magnate se vio empañada por una serie de barricadas que se alzaron súbitamente en las calles de Asunción, en los trayectos por donde la comitiva debía transitar.
El mismo día de su llegada, un numeroso grupo de estudiantes del Colegio Nacional de la Capital (CNC), con la adhesión de alumnos de otros colegios secundarios, cerraron completamente la avenida Eusebio Ayala, frente a la sede del centro educativo.
“Se rompieron los vidrios de parabrisas de algunos ómnibus que trataron de pasar forzando el bloqueo. Hubo una fuerte represión policial y a partir de ese entonces, que era entre la tarde y la noche del 19 de junio de 1969, se organizaron decenas de manifestaciones con fuertes represiones”, recuerda el periodista e historiador Roberto Paredes, quien era alumno del CNC y fue protagonista del levantamiento.
Los colegios San José y Cristo Rey, al igual que las facultades de Ingeniería y Medicina de la UNA, fueron también los ejes de la fuerte lucha social, en que secundarios y universitarios fueron por igual protagonistas.
Aquel trágico octubre.
No era la primera vez que el movimiento estudiantil ganaba protagonismo en las luchas sociales y políticas de la historia paraguaya.
Ya lo había hecho en los años previos a la Guerra del Chaco, cuando alumnos de varios colegios se movilizaron durante el Gobierno del liberal José P. Guggiari, para exigir la defensa de la soberanía ante las amenazas de invasión territorial por parte de Bolivia.
El 23 de octubre de 1931, centenares de estudiantes del Colegio Nacional de la Capital, de la Escuela Normal y de la Facultad de Medicina, marcharon por las calles de la ciudad hasta el Palacio de Gobierno, donde exigieron hablar con el presidente.
La respuesta fue el ametrallamiento contra los manifestantes por parte de la guardia presidencial, dejando un saldo de 11 muertos y 29 heridos. Una tragedia que derivó en el juicio político al presidente Guggiari, del cual resultó absuelto, pero que finalmente desembocó en la guerra contra Bolivia (1932-1935).
Los jóvenes, entre los pocos que se opusieron.
Cuando el general Alfredo Stroessner llegó al poder el 4 de mayo de 1954, con un golpe militar contra el presidente Federico Chávez, casi no encontró oposición política, debido a la anarquía e inestabilidad que reinaba en el país, con varios dirigentes históricos en el exilio.
Entre los pocos grupos disidentes, principalmente jóvenes febreristas y comunistas, había dirigentes estudiantiles, quienes el 10 de mayo de 1954 realizaron un primer mitin de protesta contra el golpe, en la céntrica plaza frente al cine Victoria, en Asunción.
Entre el 10 y el 30 de abril de 1956, estudiantes universitarios protagonizaron grandes manifestaciones callejeras contra el régimen, por haber implementado el Estado de Sitio y cometer varios hechos represivos contra dirigentes sociales y políticos.
Las movilizaciones le costaron el cargo al entonces ministro del interior, Tomás Romero Pereira, por no haberlas reprimido. En su lugar fue nombrado el jefe de policía, Édgar L. Insfrán, quien inició una verdadera cacería de brujas contra los dirigentes estudiantiles, secundados por su nuevo jefe de Policía, el coronel Ramón Duarte Vera.
En agosto de 1958, los estudiantes apoyaron la gran huelga general obrera que conmocionó al país.
El 28 de mayo de 1959, la policía montada atropelló otra manifestación estudiantil que protestaba contra la suba del pasaje en el transporte público, oportunidad en que fue agredido el legislador Miguel Ángel González Casabianca, en las inmediaciones de la plaza Italia, en Asunción. Éste episodio derivó en la clausura del Congreso Nacional, por parte del régimen stronista, y en el exilio de varios dirigentes y parlamentarios colorados.
Pero el gran protagonismo de los jóvenes estudiantes ocurrió en junio de 1959, durante la visita de Rockefeller, cuando los secundarios y universitarios tomaron las calles, paralizaron actividades y se enfrentaron abiertamente con la Policía. La dictadura los tomó como el principal blanco de la represión y se dispuso a acabar con la rebeldía juvenil.
El recordado Movimiento Independiente (MI).
A partir de entonces se inició un proceso de “coloradización” de los centros estudiantiles universitarios, en muchos casos a través de actos de fuerza, tomando por asalto las asambleas y anulando a los opositores.
Pero un sector de los estudiantes se negó a ser sometido y desde 1966 hasta 1977 formaron el Movimiento Independiente (MI), movilizándose principalmente en defensa de la soberanía, acerca de las diferencias que se mantenían con Brasil en cuestiones energéticas y de límites, en el proceso de negociaciones que luego desembocaría en la construcción de la represa de Itaipú.
El MI mantenía un semanario llamado Frente, que cuestionó duramente las condiciones en que el régimen paraguayo firmó el Tratado de Itaipú, hasta que sufrió una fuerte represión en 1977.
Uno de los momentos memorables fue cuando el MI logró organizar un debate televisado entre el líder opositor liberal Domingo Laino y el entonces director de la Administración Nacional de la Electricidad (ANDE) y hombre fuerte del stronismo en cuestiones energéticas, el ingeniero Enzo Debernardi.
“Derecho y Economía de la UNA encabezaban las tropas coloradas que amenazaban y asaltaban las asambleas estudiantiles. Los centros independientes se defendían a muerte, con una valentía admirable en aquellos tiempos. En la UNA, Medicina e Ingeniería eran los bastiones de la oposición. En la UC, Filosofía, Contables y Derecho no se dejaban comprar ni amedrentar por las pandillas de pyrague y funcionarios públicos alcoholizados que atracaban los recintos universitarios”, recuerda el periodista y catedrático Ilde Silvero.
Basilio y Pon Bogado Gondra, Jorge y Ricardo Canese, José Carlos y Guido Rodríguez, Javier y Pepe Arnella, Jorge Lara Castro, Pepito Morínigo, José Guggiari, José Luis Simón, Óscar Rodríguez C., Emilio Pérez Chávez, Line Bareiro, Antonio Pecci, Coco Arce, Julio César Barreto, Adolfo Ferreiro, Mario Torres, José Bellasai, Luis Antonelli, María Celia Frutos, Jorge Heisecke, Melquíades Alonso, Luis Sánchez, Alfredo Carrillo, entre otros, fueron dirigentes del MI.
“En julio de 1977, la Policía apresó a la mayoría de los dirigentes del MI, los metió en el tenebroso Departamento de Investigaciones y tras terribles sesiones de torturas, unos pocos fueron liberados, otros enviados como presos políticos a Emboscada y otros lanzados inmisericordemente al exilio. La brutal represión fue el certificado de defunción del MI”, narra Silvero.
La universidad tomada por la dictadura.
El control de las universidades y centros estudiantiles por parte del régimen se hizo mucho más fuerte.
“Los colorados conquistaron no solo centros de alumnos de diversas facultades de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) o la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción (UCA), sino que también lograron controlar la Federación Universitaria del Paraguay (FUP), subordinándola directamente a directivas emanadas del partido oficialista y, más específicamente, a las directivas de lo que más tarde se constituyó como la corriente militante del partido colorado”, destacan los investigadores José Carlos Rodríguez y Benjamín Arditti en su libro La sociedad a pesar del Estado.
El accionar oficialista resultó efectivo, según los autores, ya que si bien existieron organizaciones estudiantiles luego de la represión a la última gran movilización universitaria de 1969, sobrevino un periodo de casi dos décadas de repliegue del activismo universitario.
Las movilizaciones opositoras políticas de los liberales del PLRA y de los demás partidos del Acuerdo Nacional, en la década del 80, junto a las movilizaciones sociales de médicos y estudiantes del Hospital de Clínicas, así como el renovado dinamismo en organizaciones obreras y campesinas, influyó positivamente en la recuperación del movimiento estudiantil independiente.
Facultades como Medicina UNA, Ingeniería UNA, Filosofía UCA, Arquitectura UNA, Ciencias Contables UCA, mantuvieron frentes y movimientos contestatarios que fueron ganando espacios, hasta ganar electoralmente los centros de estudiantes a los colorados stronistas, y fueron uniendo fuerzas.
Uno de los primeros logros importantes fue la formación del Movimiento 24 de Abril, que se creó el 25 de abril de 1986, en Asunción, en plena efervescencia de las movilizaciones de Clínicas, sellando la unión de varios centros y movimientos independientes de la UNA y la UCA.
FEUP: La reconquista de la universidad.
Aquello fue el primer paso para la creación de la Federación de Estudiantes Universitarios del Paraguay (FEUP), la mayor y más importante central estudiantil formada en el país, que se lanzó oficialmente el 24 de abril de 1987, en un gran acto que reunió a más de 5.000 personas, en los patios del ex Seminario Metropolitano.
La fecha fue elegida por su gran simbolismo, ya que recordaba la mayor movilización en torno a la lucha del Hospital de Clínicas, el 24 de abril de 1986, y que concentró la gran participación de los estudiantes.
La capacidad de convocatoria en el acto de lanzamiento de la FEUP fue considerada mayor a todos los actos que había realizado hasta el momento cualquier organización social o política opositora durante la lucha contra el stronismo.
Entre las reivindicaciones de la FEUP, se mencionaba la defensa de la autonomía gremial, tanto en relación al Gobierno y al Partido Colorado, como asimismo en relación a los partidos opositores y a la Iglesia; la lucha por una participación efectiva en los procesos de decisión en el interior de la Universidad; la promoción de la libertad ideológica en la educación, para así lograr una real democratización de la Universidad y la sociedad; y por último, el respeto a la autonomía universitaria y la no injerencia de los partidos o de la Iglesia en la conformación de las propuestas estudiantiles.
Tras la dictadura, nuevos desafíos.
Con la caída del régimen stronista, tras el golpe militar del 2 y 3 de febrero de 1989, la FEUP perdió su fuerza y el movimiento universitario se fragmentó.
Algunas nuevas formas de organización surgieron con la creación del Centro de Estudiantes Universitarios del Interior Residentes en Asunción (CEUNIRA), que empezó a articularse ya en 1988, aún durante el stronismo, como la Coordinadora de Estudiantes del Interior, y que en abril del 89 se convierte en Centro.
Esta organización fue protagonista de importantes luchas en los años 90, por un lado logran la obtención de becas y sitios de residencias para estudiantes universitarios llegados del interior a la capital, como en su paulatina inserción en esferas de la conducción de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), buscando lograr prácticas más democráticas en las facultades.
Marcos Ibáñez, uno de los dirigentes fundadores del Ceunira, recuerda que participaron de varias marchas e incluso de tomas del Rectorado, denunciando las mismas irregularidades que se denuncian actualmente.
“En la era Berganza-Peralta me abrieron un sumario que tiene 200 páginas y me sacaron de la carrera de Derecho, luego de haberme recibido de periodista, por denunciarles por desvío de fondos del presupuesto de la UNA. Fue luego de una de las tomas del Rectorado de la UNA”, recuerda Ibáñez.
Los secundarios, una lucha constante.
Aunque desde su rol protagónico en 1969 no habían vuelto a salir a las calles en gran número, sin embargo, el movimiento de estudiantes secundarios se reorganizó tras la caída de la dictadura, en torno a una de sus principales reivindicaciones: la obtención del boleto estudiantil.
En octubre de 1999, respondiendo a una iniciativa de la organización no gubernamental Decidamos, representantes de un total de 12 colegios secundarios se reunieron en la sede de la universidad privada Columbia, en Asunción, donde dieron nacimiento al Movimiento por la Obtención del Boleto Estudiantil (MOBE).
Fue el inicio de una larga lucha que se extendió con marchas y movilizaciones por la capital y varias ciudades del interior del país, con arduas negociaciones con autoridades del Ministerio de Educación, de Municipalidades y de empresas transportistas, y que daría sus primeros resultados en la primavera del 2000, cuando muchos estudiantes pagaban por primera vez un medio pasaje en las líneas del transporte público, para llegar hasta sus colegios.
“Desde el año 2000 el boleto estudiantil se aplica ‘plena e irrestrictamente’, al menos tiene una ley sancionada y promulgada, pero recibe la violencia permanente de los actores involucrados para que esa aplicación sea plena: Los empresarios que se desentienden de la aplicación de la ley del boleto estudiantil y las autoridades del ente regulador del transporte que no sancionan a las empresas que infringen dicha ley”, destaca el articulista Orlando Aguirre en un ensayo sobre el boleto estudiantil.
“Esos pilares que constituyeron el Movimiento por la Obtención del Boleto Estudiantil (MOBE) y que luego pasó a convertirse en Federación Nacional de Estudiantes Secundarios (FENAES), se constituyeron en una suerte de ‘marca registrada’ en cada dirigente que pudo ver ese proceso bien de cerca, pero por otra parte, por causas diversas, no se ha podido consolidar en el tiempo. Quizás el proceso más lógico hubiera sido llegar a una Federación de Estudiantes Universitarios con los sucesivos recambios generacionales, pero eso no fue de tal manera”, destaca Aguirre.
La FENAES sigue activando, aunque ya no con la fuerza suficiente que tuvo en su momento, pero tuvo una importante presencia en la histórica Marcha Nacional de los Colegios Públicos y Privados (MNCPP) del pasado 18 de setiembre, que esta vez fue convocada por una nueva organización en construcción.
Los universitarios, retomando fuerza.
Aunque ya no tenían la fuerza aglutinadora que en su momento tuvo la FEUP, los movimientos universitarios siguieron activando desde distintos focos de resistencia en las facultades, durante la década del 90 y del 2000.
Un momento de gran inflexión ocurrió luego de la histórica gesta ciudadana del Marzo Paraguayo (1999), que encendió la rebeldía juvenil en diversas movilizaciones de tomas de facultades, buscando implementar una universidad más democrática.
El periodista e historiador Antonio Pecci recuerda que “en el 2005 se dio una fuerte movilización, cuando más de mil estudiantes de diversas facultades rodearon la sede del Rectorado para oponerse a la reforma del estatuto de la UNA, presidida por el profesor Pedro González (entonces rector)”.
Una de las propuestas de reforma prácticamente consensuada entre los consejeros consistía en incorporar la figura de la reelección indefinida del rector, “un vestigio de la dictadura”, según Pecci.
En una situación muy similar a la que se vivió en estos días, los estudiantes se opusieron a que los miembros del Consejo Superior Universitario salieran de la sede, si no se comprometían a vetar dicho proyecto antidemocrático, relata el periodista.
“El rector González pidió la intervención de la Fiscalía y en aquella oportunidad la fiscala designada, en vez de realizar una gestión de mediación para la solución de la crisis, ordenó el ingreso violento de la FOPE (Fuerza de Operaciones Policiales Especiales), cuyos integrantes dispararon a mansalva contra los estudiantes, muchos de los cuales resultaron con heridas de balines, golpes y contusiones”, relata.
En esa oportunidad “se había atropellado la autonomía universitaria como en la época stronista, impunemente. A continuación la fiscala abrió un sumario contra los estudiantes que defendieron principios democráticos y no contra los retrógrados del Consejo Universitario, que transgredían principios constitucionales”, memora Antonio Pecci.
La reacción de destacados activistas de derechos humanos como Luis Alfonso Resck y Martín Almada ante la Fiscalía de San Lorenzo y la eficaz actuación como defensor del abogado Jorge Bogarín lograron salvar a los líderes estudiantiles de ir a prisión, destaca el periodista, cuya propia hija, la estudiante María Paz Valenzuela, estuvo incluida entre los universitarios procesados.
“La Fiscalía pedía un año de cárcel como mínimo para los estudiantes, con la acusación de ‘intento de secuestro’. El juez de la causa desestimó dicha acusación por exagerada, como lo demostró el abogado defensor, ya que no hubo acto de violencia física contra los consejeros, que además estaban protegidos por los guardias de la UNA”, relata.
El rector González y los jefes policiales que procedieron al atropello contra los estudiantes jamás fueron juzgados, a pesar de que el hecho fue de público conocimiento, según destaca Pecci.
Aquella vez, la lucha de los estudiantes no tuvo la gran repercusión en la sociedad y en los medios de comunicación como sí lo tiene la actual movilización, aunque las motivaciones eran las mismas.
¿Qué pasó entre entonces y ahora para que más y más estudiantes se unan en una gran lucha y obtengan un eco impresionante de parte de la prensa y la sociedad?