A unos pocos pasos de la entrada del edificio, un grupo de jóvenes aguarda impaciente el cese del tráfico para cruzar el paso de cebra más famoso del planeta y replicar la memorable fotografía que el cuarteto de Liverpool se hizo en esta calle del noroeste de Londres.
Desde su apertura en 1931, tan solo unos pocos privilegiados habían podido esquivar el infranqueable muro de entrada de Abbey Road, pero durante esta semana, hasta el próximo domingo, el nonagenario templo de la música ha abierto las puertas de su “casa” para aquellos dispuestos a desembolsar las 100 libras (115,60 euros/ USD 138,66) que cuesta la entrada.
Estudio 3: Las huellas del pasado
La visita del Abbey Road: Open House comienza en el Studio Three (Estudio 3), el más pequeño e íntimo del laberíntico edificio. Se escucha de fondo Body and Soul, la última canción que Amy Winehouse grabó en esa misma habitación, a dúo con su ídolo Tony Bennett.
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La experiencia es un simple recuerdo de todas las grandes voces que han pasado por esa alfombra estampada, pisado su suelo de madera o tocado el mismo piano Challen en el que todavía se pueden observar las marcas del cigarrillo del mismísimo John Lennon.
Es verse reflejado en el cristal tintado tras el cual se encuentra la sala de control. El verdadero lugar donde todo se materializa de la mano de los noventa y seis canales de su mesa de mezclas, que han visto nacer éxitos como The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd; y el Born this way de Lady Gaga.
Estudio 2: El secreto mejor guardado
Un olor a humedad impregna el sanctasanctórum de Abbey Road: la cámara de eco. Allí donde la música llega a través de un agujero en el techo y que, junto a unas antiguas tuberías dispuestas a modo de barrera acústica, origina una sensación única.
Es el secreto mejor guardado del edificio, escondido tras los muros del icónico Studio Two (Estudio 2), donde casi se pueden palpar sus nueve décadas de vida, y para la ocasión recrea en uno de sus rincones la misma disposición que solían usar The Beatles en sus grabaciones.
“Tiene una atmósfera única. Solo con atravesar la puerta puedes olerla, puedes oler la música”, afirmó el ingeniero de sonido Sam Okell en un vídeo promocional sobre esta sala que, por unos días, se ha convertido en un museo.
Incluso sus escaleras o sus históricas sillas rojas dejan de ser mundanas al pensar que han sido utilizadas por superestrellas, y pasan a convertirse en obras de arte. Por no hablar de los “edredones” marrones que cuelgan de sus paredes, y el legendario piano Steinway de 1905 que sonó en Penny Lane, entre otras.
Del estudio 1, a la pantalla
Una colección de pósteres de películas ratifican que el Studio One (Estudio 1) -la sala de grabación especialmente construida más grande del mundo- ha dado a luz a más de un centenar de bandas sonoras, con temas tan míticos como los de la saga de Harry Potter, El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings) o Indiana Jones, entre otras.
Por su 90 aniversario, el Estudio 1 recuerda en uno de sus carteles la visita del músico y chelista español Pablo Pau Casals a Abbey Road en 1936, a pocos metros de la misma palestra que un día transitaron los compositores Hans Zimmer, John Williams y Ennio Morricone, y desde la que uno puede vislumbrar la orquesta a sus pies.
El interior de Abbey Road es ese lugar en donde se crea la magia, donde las ideas se hacen realidad, y cada milímetro forma parte de la historia de la música contemporánea. Lo lleva haciendo nueve décadas, pero lo celebra mirando al futuro, porque esta fábrica de canciones tiene cuerda para rato.