Por: Fátima Schulz Vallejos | Fotos:Fernando Franceschelli.
Enclavado en el corazón de América del Sur, poco a poco Paraguay se abre camino en el negocio turístico, basando su gran potencial en las bellezas naturales que abundan en esta tierra. Cada departamento esconde rincones llamativos y dignos de descubrir.Invitados por la organización A Todo Pulmón, nos aventuramos a tres días de ecoturismo por el departamento de Itapúa. Una travesía que nos sirvió para corroborar, una vez más, ese atractivo que tanto destacan los extranjeros que visitan nuestro país: la naturaleza verde que abunda en nuestros paisajes.
Paraíso en medio del río
A 15 kilómetros de la costa de San Cosme y Damián se encuentran las dunas, un tesoro natural único y poseedor de una gran riqueza histórica, ubicado en medio del río Paraná.El islote tiene aproximadamente 300 metros de extensión. Hace muchos años, lo que se veía allí eran dunas en la cima de algún cerro sobre el Paraná. Pero con la suba del río debido al embalse de la represa de Yacyretá, estas quedaron como unas islas de arena blanca en medio del agua. El sitio nos ofrece ese maravilloso escenario de aguas cristalinas que hay que visitar cuanto antes, ya que poco a poco irá desapareciendo. Para llegar a las dunas hay que acercarse al puerto de la Marina de San Cosme y San Damián. Allí, primero nos colocan chalecos salvavidas mientras esperamos la lancha, que zarpa cuando se completa el cupo de pasajeros. El paseo dura alrededor de 45 minutos de navegación por las aguas del lago Yacyretá.
Este viaje está supeditado a las condiciones climáticas. Un poco de lluvia y viento son excusas suficientes para no realizar el traslado, que es una aventura en sí misma. Arribamos al lugar, la cima de lo que antes era una zona de humedales e islas que quedaron bajo agua. Esa isla alguna vez fue más grande de lo que es ahora, o al menos eso es lo que dicen quienes ya habían hecho ese paseo antes. De hecho, la última visita de la revista Vida al lugar ocurrió hace siete años y medio, y el compañero Fernando Franceschelli fue uno de los testigos de lo que eran las dunas en aquel tiempo. La causa de este cambio no es ningún secreto: la suba del río debido al embalse de la represa de Yacyretá las está acabando. Están muriendo de a poco también a causa del viento y la lluvia, pues la arena es extremadamente fina, como si de talco se tratara.Llevar ropa cómoda debe ser uno de los primeros consejos para los potenciales visitantes, además de protección solar y calzado cerrado para caminar, debido al calor y a la arena caliente que, junto con los fuertes rayos de sol, nos atraviesan todo el cuerpo transmitiéndonos su energía. Tampoco hay que olvidar llevar abundante agua y todo lo necesario para una estadía al aire libre. Se debe tener en cuenta que no hay sombras ni sanitarios, ya que se trata de un conjunto de islas desiertas ubicadas en el medio de la nada, pero justamente ahí radica su atractivo principal y ese toque paradisiaco que nos lleva a uno de los lugares más tranquilos de este pedazo de tierra. Otro punto elemental es llevar bolsas para residuos, porque cada visitante, al dejar la isla, debe juntar toda la basura que genere y tirarla al regresar al puerto. Y sí, después de todo, de eso se trata el ecoturismo al que fuimos invitados. Las dunas están muriendo de a poco, pero su belleza puede seguir siendo apreciada.
En el cielo y la tierra
El patrimonio histórico que se impone en las reducciones de San Cosme y Damián está representado por la iglesia de la Reducción. La misma sigue siendo utilizada por la comunidad para las celebraciones religiosas. Dentro se pueden encontrar imágenes talladas en madera, algunas policromadas originalmente y otras restauradas, además de sillones, candelabros, una fuente de agua bautismal y un reloj de sol, casi cuadrado, hecho de piedra, objetos que le dan cierta particularidad a este lugar y lo convierten en un legado que hasta el día de hoy podemos apreciar.
De paseo por San Cosme y Damián, el Centro de Interpretación Astronómica Buenaventura Suárez es una visita obligada. Adentrarse en las ciencias astronómicas de una manera divertida es posible en este sitio que conjuga historia y arquitectura. El lugar nos transporta, inmediatamente, a otra dimensión, a una desconocida. Allí, en la sala multimedia dotada de un potente telescopio, la aventura parece no acabar para quienes por primera vez posan sus ojos en la galaxia, en la Vía Láctea o en alguna constelación. Una experiencia alucinante únicamente posible de vivir con tanto encanto lejos de la ciudad.Y es que el observatorio es un homenaje al padre Buenaventura Suárez, un sacerdote jesuita misionero que llegó a la reducción en 1703 para trabajar en la construcción y continuar sus investigaciones. Allí, ayudado por los indígenas, edificó un telescopio y escribió el libro llamado Lunario de un siglo. Esta experiencia nos permitió conocer más sobre la historia y creencias de los guaraníes y acercar más nuestra mirada al firmamento estrellado.
Cuesta arriba
La siguiente parada nos lleva nada más y nada menos que a Nueva Alborada. A 30 kilómetros de Encarnación, este distrito invita a caminar por estrechos senderos, en medio de cerros, arroyos y un exuberante paisaje natural compuesto por hermosas laderas y serranías.La caminata al cerro Indio Dormido —denominado así por su forma aplastada, que se asemeja a una persona acostada— se convertiría en la principal aventura de esta travesía.
El trayecto nos invita a descubrir pasadizos y grutas, explorar cavernas y apreciar los cuatro miradores mientras hacemos senderismo hasta ascender a lo más alto de la cima, desde donde obtenemos una alucinante vista de la verdosa panorámica, ese lugar donde el aire más puro es capaz de sumergirse en los pulmones y darnos una sensación de frescura, paz y tranquilidad. Además, desde allí se puede ver el río Paraná con sus bifurcaciones y Argentina, nuestro país vecino.Este paseo también nos lleva por parte de la historia, ya que, según los guías, en otra época estos caminos fueron utilizados por los mismos jesuitas.Llega la hora del descanso. Nos detenemos a respirar profundamente mientras recuperamos el aire para arrancar con el descenso. Y aunque el trayecto se hace más ligero, es seguro que la agradable sensación de haber estado allí durará mucho más que el camino de regreso.
................................................................
El segundo más grande
El distrito de General Artigas acoge al coloso de Itapúa, un ejemplar de yvyra pytã de unos 400 años, considerado el árbol más grande del departamento y el segundo de todo el Paraguay. Tiene 44,75 metros de altura, 5,90 metros de circunferencia de tronco y 90,79 metros de circunferencia de copa.