La semana que pasó, la Cámara de Senadores modificó el día y horario de las próximas sesiones ordinarias para reducir su semana laboral a apenas tres días. A partir de ahora, las sesiones serán los miércoles, a las 13:00, con lo cual, los congresistas no tendrán la obligación de asistir a su lugar de trabajo los días siguientes.
La idea –¡cuándo no!– fue del cartismo. Se votó y el resultado fue una mayoría de 26 votos contra 1. Ocho de los senadores no estuvieron ahí. Por cierto, las comisiones parlamentarias también trabajarán solo hasta el miércoles por la mañana, hasta antes de las 13:00, claro está.
Para los simples mortales, el jueves por la tarde se llama juernes, porque ya tiene el saborcito a viernes, que para muchos es el último día de la semana laboral. Para muchos otros, en cambio, da igual porque se trabaja igual todo el fin de semana, feriados y días de guardar. Según la crónica de Última Hora, algunos senadores prácticamente asistirían apenas dos días, ya que los lunes solo se reúnen los líderes de bancada.
¿Qué tal? Y eso que los parlamentarios tienen un ingreso de alrededor de 45 millones de guaraníes.
Se les pagan dietas, se reúnen en un ambiente tranquilo, bien fresquito con aire acondicionado, bocaditos y agua para sus sesiones un día a la semana; tienen secretarias y asesores parlamentarios, y quién sabe qué cosas más. Acuden en autos de lujo al edificio ese tan horrible donde hacen acto de presencia; ahí tienen estacionamiento superseguro, donde ningún cuidacoche jamás les molestará, y nadie les romperá la ventanilla de sus vehículos para robar sus pertenencias. Desconozco si siguen recibiendo dinero extra para el combustible o si tienen custodia policial personalizada.
Lo mejor de todo es que los paraguayos y las paraguayas que mantienen con sus impuestos a estos parásitos deben trabajar seis días por semana y algunos con suerte ganan el salario mínimo, es decir, 2.680.373 guaraníes de acuerdo con el último reajuste de junio.
Los trabajadores laburan de verdad y lo hacen seis días a la semana. Se levantan a las cuatro de la mañana para esperar el ómnibus que les lleva en dos horas a sus trabajos precarios. Ahí permanecen un promedio de 8 a 10 horas al día, y después esas madres y esos padres deben pasar otras dos horas en el caos del tránsito para llegar a sus hogares para pasar el poco tiempo que les deja el día con sus familias. Y cuando alguno de sus hijos tiene un problema en el colegio, la culpa es de la familia, claro… Nunca tiene que ver con que somos un país con pobreza, desigualdad, sin servicios básicos, sin salud ni educación de calidad.
Esta no es la realidad que viven los parásitos con fueros e ínfulas que ganan 18 veces más de lo que gana un ciudadano.
Como sabemos, somos una República con una democracia representativa, participativa y pluralista y que, según la Constitución Nacional, la soberanía reside en el pueblo, pero quien ejerce el poder son los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Pero bueno, sabemos que el pueblo paraguayo es conocido por tomar malas decisiones, qué le vamos a hacer, no ayuda la clase política que tenemos –¿vieron el nuevo partido azulgrana?–, y, sobre todo, tenemos una grave deficiencia con la cultura democrática y la memoria de lo que fue la dictadura de Stroessner.
Tenemos parlamentarios que van a trabajar solo tres días a la semana, con un ingreso de casi 50 millones de guaraníes, plata que sale de los impuestos de la gente que trabaja de verdad para financiar el bienestar de políticos que tienen a sus hijos estudiando en colegios exclusivos o en el extranjero, y que cuando a alguien de su familia le da cáncer no deben formar fila de madrugada en el IPS. Todo bien, los parásitos pueden dormir tranquilos. El pueblo paraguayo les volverá a votar.