El libro Historia del Paraguay (Taurus, 2010) incluye un meduloso ensayo sobre el derrotero musical paraguayo. Reproducimos el texto en tres de sus momentos fundamentales.
Por Luis Szarán | Músico
El arte musical de los aborígenes
A la rica diversidad cultural de las naciones indígenas de esta extensa región --expresada en las numerosas familias lingüísticas que poblaron y pueblan el Chaco y el sur del actual Paraguay-- se une un conjunto de coincidencias en la manera de hacer música en la vida cotidiana.
Además de las prácticas ya señaladas de celebración y animación para la superación de las propias dificultades (aspectos relacionados con la función social de la música), se agregan las formas de expresión que resaltan por unir en un todo el acto de expresión: texto, canto, danza y ejecución musical en una sola actividad, sobre todo cuando se llevan a cabo las grandes ceremonias de la comunidad como, por ejemplo, las curaciones, las orgiásticas, las propiciatorias o las celebraciones por logros obtenidos.
Investigaciones arqueológicas y etnográficas, realizadas a comienzos del siglo XX, han permitido obtener valiosos registros de varias parcialidades hoy desaparecidas y de otras que, a pesar del tiempo transcurrido y las influencias de la cultura occidental, logran mantener algo de su estilo original. En todas ellas, la frase musical se percibía claramente, con diferentes grados de complejidad, de acuerdo con las etnias, pero las mismas eran de libre construcción y su desarrollo se producía por reiteración, con variaciones.
El acto musical se repetía durante largo tiempo hasta finalizar por cansancio físico de los participantes o por pérdida de interés gradual del grupo. La necesidad del menor esfuerzo mental y de cohesión grupal para las canciones y danzas colectivas suponían un predominio absoluto del ritmo binario, cerrando el círculo rítmico con el menor número de acentos y pulsaciones.
En los casos de piezas instrumentales de ejecución solitaria o el canto llano, se llevaban a cabo de manera libre y según las posibilidades del instrumento o del relato.
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La etapa colonial: Las misiones jesuíticas
A diferencia de otras naciones de América en las que la herencia cultural de los años de la colonización española dejó un rico patrimonio artístico --cuyas huellas se encuentran en los archivos de las grandes catedrales--, en el Paraguay esta herencia cultural se refleja solamente en sus expresiones populares mestizas.
Los toques de caja y flautilla, así como los “aires plañideros españoles, en tono de lamentos”, son citados por los cronistas y visitantes de la Asunción colonial. También se menciona otra esporádica actividad, como la desarrollada por un “Coro de músicos” de la catedral de la ciudad que, hacia 1545, lo integraban Gregorio de Acosta, Juan de Xara, Antonio Coto, Antonio de Tomás y Antonio Romero.
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La musicología actual ha realizado valiosos aportes para la revelación del esplendor del arte musical en las misiones de la antigua Provincia Jesuítica del Paraguay. Lo que hace más de tres décadas existía solamente en las apasionadas crónicas, cartas anuas y libros, hoy se muestra en miles de hojas de manuscritos musicales, de autores barrocos y anónimos, que corroboran ese esplendor del llamado con cierta exageración, pero no muy lejos de la verdad, el “Estado musical de los jesuitas”.
Desde el inicio mismo de la utopía de buscar “el paraíso en la tierra” a través de la fundación de las reducciones jesuíticas, la música ejerció un papel de primera magnitud, acompañando todos los momentos de la vida en cada reducción. Los primeros misioneros músicos fueron Rodrigo de Melgarejo, Jean Vaisseau y Luis Berger, quienes ya tomaron conciencia de que la música atraía a los indígenas de una manera excepcional.
La llegada a las misiones de Anton Sepp permitió el primer y definitivo acto revolucionario de “educación por la música”.
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Entre la nueva generación de misioneros músicos, a partir del aporte de Anton Sepp, cabe destacar al suizo Martin Schmid, a Juan José Messner, de la región de Bohemia, y a Florian Paucke, de Silesia, quien estuvo en Córdoba y otros lugares. Los dos primeros se establecieron en Chiquitos, donde Schmid construyó imponentes iglesias, fundó una Schola Cantorum y enseñó a los indígenas a fabricar instrumentos. Su herencia es, en la actualidad, el más importante punto de referencia para el estudio de la música de las reducciones, ya que en Chiquitos se han encontrado miles de manuscritos de la época, gran parte de ellos copiados por Schmid y Messner.
Sin duda, la figura más importante de la música es el italiano Domenico Zipoli. Nacido en Prato, en 1688, y fallecido en Córdoba, en 1726, Zipoli constituye hasta el presente la mayor personalidad musical europea que desarrolló su actividad en Sudamérica. Considerado como el último heredero de la gran tradición organística italiana, alcanzó los puestos más codiciados como organista en Roma, en la basílica Santa María de Trastevere y la Chiesa del Gesù (la iglesia de los jesuitas).
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La Generación de Oro (1925-1950)
En 1912, se fundó la Banda de Músicos y la Escuela de Aprendices de la Policía de la Capital. Su primer director, Nicolino Pellegrini, logró dotar a los integrantes de dicha agrupación no solo de una sólida formación, sino que los motivó hacia el estudio de la composición musical.
A partir de mediados de la década del veinte comenzaron a visualizarse los frutos. Así, José Asunción Flores creó la guarania en 1925, Herminio Giménez se destacó como gran compositor, seguido de otros grandes músicos de destacada importancia en la historia de la creación musical del país como, por ejemplo, Mauricio Cardozo Ocampo, Carlos Lara Bareiro, Emilio Bigi, Félix Fernández y Darío Gómez Serrato.
El cancionero musical popular, tanto en polcas paraguayas como en canciones y guaranias, alcanzó su máximo esplendor, que no volverá a repetirse, por medio de las creaciones de esta generación de compositores.
Asimismo, el arpa paraguaya, bajo el impulso de Félix Pérez Cardozo, adquirió relevante notoriedad en el Río de la Plata, al que luego se sumaron los aportes de Digno García, Santiago Cortesi, Dionisio Arzamendia, Cristino Báez Monges, Abel Sánchez Giménez, Luis Bordón, entre otros.
La guarania se encuentra estrechamente unida a la destacada figura de José Asunción Flores. Nació en Asunción, en 1904, y realizó sus primeros estudios musicales como aprendiz, con 11 años, en la Banda de Música de la Policía de la Capital. Sus maestros fueron Nicolino Pellegrini, Mariano Godoy, Eugenio Campanini y Salvador Déntice, mientras que practicó el violín con Fernando Centurión y Carlos Esculies en el Gimnasio Paraguayo. En 1922, compuso su primera polca, Manuel Gondra; y, en 1925, creó una forma de canción paraguaya que denominó “guarania” y que constituye, en la actualidad, una de las expresiones más representativas de la música popular paraguaya. Hacia finales de los años treinta se afilió al Partido Comunista, pero tuvo que exiliarse al ser perseguido por sus ideas, junto con numerosos artistas e intelectuales del Paraguay, y se radicó en Buenos Aires. En la capital argentina formó su agrupación Orquesta Ortiz Guerrero, con la que realizó históricos registros discográficos y con música de su propia autoría. En 1936, tras el éxito de la revolución febrerista, regresó por un breve lapso a Paraguay, aunque poco después volvió a instalarse en Argentina. Su guarania India fue declarada «Canción Nacional», por decreto del Poder Ejecutivo, en el año 1944. A partir de 1954, estrenó obras sinfónicas en Buenos Aires y Rosario. En 1967, viajó a la Unión Soviética para realizar conciertos de sus obras con la Orquesta de la Radio y Televisión de Moscú. Falleció en Buenos Aires en 1972.
El libro
Historia del Paraguay fue presentado esta semana por el grupo Santillana, a través de su prestigioso sello Taurus. Coordinado por el historiador Ignacio Telesca, el libro reúne ensayos que repasan la historia paraguaya en diversas áreas y etapas de su vida cívica y social. Los redactores, además del mencionado Telesca, son Lilian Brezzo, Fabricio Vázquez, Adelina Pusineri, Raquel Zalazar, Margarita Durán, Ernesto Maeder, Herib Caballero, Nidia Areces, Ricardo Scavone, Andrew Nickson, Diego Abente, Barbara Potthast, Luis Galeano, Ticio Escobar, Mar Langa Pizarro y Luis Szarán. El coordinador, en su texto introductorio, afirma que “la obra se dirige a un público general, a todas aquellas personas que desean tener en un solo volumen una narración moderna y ágil de la historia del Paraguay”.