El antimonumentalismo es un movimiento en las artes, sobre todo en la escultura, que tiene el propósito de no validar gestas o de potenciar monumentos existentes y hasta se podría percibir una ética y estética en estas piezas a ser comentadas. Esta breve nota se ocupa de dos episodios del arte y la política: uno en Asunción, en la mera plaza en cuestión, y el otro, en Alemania.
Es pertinente entender que en esta Plaza de los Desaparecidos se encuentra instalada desde 1995 la icónica obra titulada Entierro de un (otro) monumento, del artista Carlos Colombino (Concepción, 1937-Asunción, 2013). La otra obra concebida para el espacio público a la que nos referiremos se llama Stolpersteine, de autoría del artista Gunter Demnig (Berlín, 1947), emplazada en Europa.
En esta línea de pensamiento, el artista Carlos Colombino propuso reciclar la estatua de Alfredo Stroessner, efectuada por el escultor español Juan de Ávalos y Taborda, ligado a la dictadura del español Francisco Franco, y retirada del cerro Lambaré en 1991. El artista concepcionero idea un otro monumento, pero esta vez dedicado a sus víctimas, apretando entre dos bloques de cemento los vestigios de la escultura figurativa con secciones del cuerpo del tirano.
Colombino procedió a cortar la estatua en fragmentos, dejando partes antropomorfas de la efigie del tirano bien reconocibles, como sus ojos, boca, bigote, manos y dedos. Este monolito rechaza las formas grandilocuentes, niega la explotación propagandística y tiene un profundo deseo de distinguir y señalar a los perpetradores de violencias, simbolizados en Alfredo Stroessner.
Una piedra en el camino
Los contramonumentos que recuerdan el Holocausto bajo el régimen nacionalsocialista en Alemania no pueden ser hermosos o estéticamente agradables. Así lo entiende Gunter Demnig, cuya obra más conocida es Stolpersteine, una palabra alemana cuyo significado aproximado sería “piedra para tropezar”, entendida en sentido metafórico. Las stolpersteine de Demnig son pequeñas placas de bronce del tamaño de un adoquín de 10 x 10 cm con los nombres de las víctimas inscritos con letras insertadas manualmente mediante un martillo y una prensa tipográfica, además de su fecha de nacimiento, año de deportación, sitio de confinamiento y asesinato a manos del nacionalsocialismo (1939-1945).
Colocados en el pavimento de las aceras frente a los edificios o casas donde alguna vez vivieron o trabajaron las víctimas, se encuentran instaladas más de 100.000 stolpersteine en Alemania y Europa, lo que convierte al proyecto Stolpersteine en el monumento conmemorativo y de arte público más numeroso en el mundo. La intención de Demnig es, entre otras cosas, devolver sus nombres a las víctimas, que fueron degradadas a números en los campos de concentración.
Ambas obras, la de Colombino y la de Demnig, cuestionan la indiferencia y el olvido de los testigos contemporáneos. Este arte de la memoria pone luz en los actores negacionistas de nuevo cuño, capaces de invocar tiempos oscuros donde eran felices, sin saberlo.