26 ene. 2025

Trump y la era posliberal

La historia no es sino solo el ser humano en sus relaciones sociales. Vive o muere de manera colectiva. La muerte que, con el paso del tiempo, se está anunciando, dando paso a otra época: La posliberal. La victoria de Trump confirma que el liberalismo esta declinando. ¿A qué me refiero como liberalismo? Se trata de la ideología que entronizó de manera absoluta a la libertad de autonomía en materia económica, biológica, social, en sus versiones conservadoras o progresistas. Se trata del individuo del haz-lo-que-te-dé-la-gana, quien ha generado las semillas de la propia destrucción del régimen democrático liberal.
La victoria de Trump no fue una coincidencia como en 2016. La elección de JD Vance como vicepresidente, en las antípodas del conservador-liberal Pence, afirma aún más el advenimiento de un populismo posliberal. Sin embargo, el contexto no es de color rosa. China, el narcotráfico y el déficit del presupuesto son grandes problemas. Las grandes corporaciones y la burocracia federal no son aliados naturales, pues se han impregnado del régimen woke. Trump y sus seguidores políticos quieren construir un imperio sin querer ser policía del mundo. Volver a la época dorada, pero sin pretender ser la nación imprescindible que exporta la democracia liberal.

¿Vuelta a la Época Dorada?

La época Dorada se refiere a los años de 1875 a 1910, cuando el laissez faire se popularizó. Las entidades gubernamentales carecían de recursos financieros y el gasto público se mantuvo en un nivel mínimo. Mark Twain escribiría la novela The Gilded Age en 1874, la cual reflexionaba sobre la nación, dorada en el exterior, pero decadente en su interior. Pero no todo era laissez faire-liberal. El poder del Estado se extendió a nivel federal, lo que aumentó el control policial, sanitario y de seguridad.

Durante la presidencia de William McKinley (1897-1901), las tarifas llegaban al 50% de los bienes importados. La financiación estatal se hacía sin impuestos a la renta personal. Esas tasas significaron un enorme enriquecimiento, el contrabalance del Estado ante los barones millonarios. A pesar de que esta narrativa ha sido cuestionada, es evidente que los Estados Unidos abandonaban la nación agrícola para convertirse en una potencia industrial. Un nuevo nacionalismo surge entonces, cuando Teddy Roosevelt (1901-1909), sucesor de McKinley, plantea que el gobierno no solo sea el árbitro de la economía, sino que se expandiera fuera de sus fronteras.

El elefante en la sala

La retórica política no pretende revelar la verdad de las cosas, sino persuadir. La de Trump apunta a una nueva Guerra Fría: El enemigo es China. Los medios no son las alianzas o la hegemonía de la democracia liberal. Trump es contrario a la política neoconservadora-liberal de George W. Bush que invade Irak. O la de Biden, en su ayuda a Ucrania. A diferencia de la opinión dominante en Occidente, Trump no cree en una política exterior de expandir las democracias liberales como fórmula para la paz. Aboga por el aislacionismo, la autosuficiencia energética y militar. Reacio a la globalización. En un mundo hostil y multipolar, lo realista es no inmiscuirse. Esto parece ser contraintuitivo, ya que ahora Trump pretende reclamar el canal de Panamá y adquirir Groenlandia. ¿Razones? El canal que se encuentra controlado por empresas chinas y Groenlandia es un “colchón” de seguridad ante una Europa debilitada.

Imaginemos a un Trump “cuerdo”

En 2016, la celebrada escritora Peggy Noonan, speechwriter de Ronald Reagan, en una columna en el Wall Street Journal, se preguntaba si era posible imaginarse a un Trump “cuerdo”. Nunca lo había entrevistado. El año pasado, a pocas semanas de las elecciones, la escritora lo hizo. Su relato del encuentro es significativo. Trump se mostró hilarante, inapropiado, comentando sobre líderes extranjeros lo que no debe ser revelado a periodistas. Simplemente –manifiesta Noonan– me quedé sentada y reflexioné. Resultó comprador. Si lo hubiera conocido en el año 2015, lo habría aceptado, y no podría haber sido objetiva en las críticas que le hice.

¿Qué se puede decir acerca de todo esto? Que una mirada estrictamente intelectual del fenómeno Trump es insuficiente. El liberalismo contemporáneo ha estereotipado la realidad. La incorporación de políticos, de ascendencia demócrata, dentro del Trumpismo como la congresista T. Gabbard y R.F. Kennedy Jr. y sobre todo del vicepresidente J.D. Vance, ha sido un grito visceral contra ese encasillamiento de los ciudadanos de a pie contra el establishment neoconservador hegemónico, para quien el mantra del “cuanto-menos-Estado-mejor” o el “hago-lo-que-quiero-de-mi-vida,” han sido sacrosantos. Hoy, ese liberalismo se está desvaneciendo, a pesar de los exaltados aliados libertarios o de la derecha. Aunque, es de imbéciles clasificar a los aliados como de izquierda o de derecha como diría Ortega y Gasset. Después de todo, los Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses, al decir del secretario de Estado del presidente Eisenhower, J. F. Dulles (1953-1959). Política que fue reiterada recientemente por el nuevo secretario de Estado Marco Rubio. En suma, la reacción populista posliberal, no es sino el rechazo de un mundo desorientado que exalta la ciencia y el cálculo, aunque los resultados no sean sino incertidumbre y ausencia de esperanza.

(*) Filosofo Político M.T.S., J.D., Ph. D. Profesor de Filosofía y Historia de América Latina Cónsul General Emérito de Paraguay en el estado de Kansas, EEUU.

Aboga por el aislacionismo, la autosuficiencia energética y militar. Reacio a la globalización. En un mundo hostil y multipolar, lo realista es no inmiscuirse. Esto parece ser contraintuitivo, ya que ahora Trump pretende reclamar el Canal de Panamá y adquirir Groenlandia.

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