Las botellas, que se muestran con distintas formas y colores, están a la venta por varios pequeños comerciantes camino al Tupãsy Ykua. La fe conduce a los fieles hasta el sitio donde el líquido transparente se encuentra envuelto en esperanza y todo pareciera mostrarse con un tono de milagro.
Los rostros cansados pero firmes exponen lo que el mismo corazón espera: un milagro de la madre de Jesús. No hay límites para llegar hasta el ykua, beber un poco de agua y llevar otro poco para la familia, luego de que algún sacerdote la bendiga.
Nieves Sosa llegó esta mañana a Caacupé desde Carapeguá, donde vive con sus ocho hijos. Tiene 64 años y, pese a la edad, sus ganas de recorrer la casa de la Virgen de Caacupé siguen vivas. Para ella beber unos tragos significa un milagro que renueva su fe.
El diácono Silvio Arias, de la Diócesis de Asunción, quien otorga la bendición de Dios a las botellas de agua, explicó que esta bebida fresca es un símbolo de purificación, de limpieza, que existe ya desde el Antiguo Testamento de la Biblia, idea que quedó “firme” con la llegada de Jesús.