El equipo encabezado por la Universidad de Ámsterdam indica que no todas las tierras identificadas tienen que designarse necesariamente como áreas protegidas, sino que deben gestionarse mediante “una amplia gama de estrategias” para la conservación de las especies y los ecosistemas, entre ellas políticas de uso de la tierra.
El autor principal James Allan indicó que esta es la mejor estimación actual de la tierra que hay que conservar para detener la crisis de la biodiversidad, es “esencialmente” un plan de conservación del planeta.
De los 64 millones de kilómetros cuadrados que representan ese 44%, el estudio indica que un 70% permanece inalterado por el ser humano, pero advierte de que los futuros escenarios de conversión de tierras indican que esta zona se está reduciendo rápidamente y requiere una atención inmediata para su conservación.
Allan alertó de que hay que actuar “con rapidez”, pues los modelos muestran que más de 1,3 millones de kilómetros cuadrados (un área mayor que Sudáfrica) de esas tierras corren el riesgo de ser convertidos a usos humanos intensivos de la tierra para 2030, lo que “sería devastador para la vida silvestre”.
En esas tierras viven más de 1.800 millones de personas, por lo que el equipo considera que “son esenciales” las respuestas que promuevan “la autonomía, la autodeterminación, la equidad y la gestión sostenible para salvaguardar la biodiversidad”.
El actual sistema mundial de áreas protegidas (AP) ha sido en gran medida insuficiente para frenar la pérdida de biodiversidad en todo el mundo, recuerda el estudio, un problema que ha intentado atajarse con el objetivo once de las Metas de Biodiversidad de Aichi, fijadas por el Convenio de la ONU sobre la Diversidad Biológica.
El objetivo once establecía la necesidad de conservar, al menos, el 17% de la superficie terrestre para 2020, el cual sigue sin cumplirse, y, en la actualidad, los estados negocian un marco global de biodiversidad con nuevos objetivos.
El equipo desarrolló un marco metodológico que combina los datos de las actuales áreas protegidas, las zonas claves para la biodiversidad y aquellas ecológicamente intactas con la distribución espacial de las áreas de distribución geográfica de más de 35.000 especies.
Además, utilizó escenarios de uso de la tierra para cuantificar qué parte de esta está en riesgo por las actividades humanas para 2030.
Los investigadores descubrieron que al menos 64 millones de kilómetros –el 44% de la superficie terrestre– necesita ser conservada para salvaguardar la biodiversidad.
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Pero el mantenimiento de la biodiversidad requiere no solo proteger las áreas de distribución de los animales, sino también su capacidad para desplazarse a través de los diversos entornos.
Un segundo estudio liderado por la Universidad de Columbia Británica (Canadá), publicado también hoy en Science, evalúa la conectividad funcional de las actuales áreas protegidas de todo el mundo, para lo que usa un modelo que analiza el movimiento de los mamíferos de medio y gran tamaño.
El movimiento de los animales a través de los paisajes es crucial para mantener la biodiversidad, especialmente cuando sus áreas de distribución se desplazan debido a la actividad humana y al cambio climático.
El equipo usó un modelo de conectividad funcional espacial para identificar las zonas terrestres que podrían crear conexiones entre las actuales áreas protegidas de todo el mundo, especialmente en grandes franjas de Europa oriental y África central.
Los investigadores vieron que las rutas de conectividad más importantes entre las áreas protegidas siguen amenazadas por la modificación humana, por lo que reducir esta huella “puede mejorar” la situación.