La lanzadera europea comenzó su vuelo a las 13.24 hora local de Kurú (16.24 GMT) llevando como carga el satélite CSO-3 para propulsarlo hasta una órbita solar a 800 kilómetros de altura, con una inyección prevista una hora y seis minutos más tarde.
El CSO-3 es el tercer satélite del programa MUSIS, fabricado como los dos anteriores por Airbus (lanzados en 2018 y 2020), y pilotado por la Dirección General del Armamento (DGA) de Francia, que lo utilizará para “la observación de la Tierra con fines de defensa y de seguridad”.
Al principio su lanzamiento estaba previsto para finales de 2024, pero luego se programó “entre mediados de febrero y finales de marzo” antes de que el operador del cohete Arianespace precisara la fecha del 26 de febrero.
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Sin embargo, cuando faltaba una semana se pospuso al 3 de marzo oficialmente por problemas logísticos en el transporte del satélite, y el pasado lunes a unos pocos minutos del despegue se volvió a aplazar, en ese caso por un incidente con un equipamiento en tierra en interfaz del Ariane 6.
El Ariane 6 hizo su vuelo de prueba el 9 de julio de 2024 sin carga comercial, solo con una decena de satélites encargados por universidades y se saldó con una pequeña incidencia, ya que el último segmento del cohete se desvió ligeramente de su trayectoria.
Más allá de los reajustes que han sido necesarios, sin mayor importancia, el verdadero problema es que este nuevo cohete europeo tendría que haber llegado para reemplazar a la generación precedente, el Ariane 5, hace más de cuatro años.
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En ese tiempo, se han venido a añadir otras dificultades al sector espacial europeo, como la ruptura de la cooperación con Rusia, que tuvo como consecuencia el fin de los lanzamientos de los Soyuz desde Kurú, operados por Arianespace y problemas con Vega C la nueva versión de esta pequeña lanzadera de pequeña capacidad.
Eso ha conducido en algunos casos a recurrir a los cohetes estadounidenses de Space X para lanzamientos estratégicos, como ha ocurrido con varios satélites Galileo o, en enero con el satélite militar español Sainsat NG I, puesto en órbita por un Falcon 9.
El Ariane 6, cuyo programa ha sido dirigido y financiado por la Agencia Espacial Europea (ESA) aunque la gestión comercial y operativa corre a cargo de Arianespace, es un cohete de gran capacidad con dos versiones.
La de menor tamaño (Ariane 62) tiene 56 metros de altura y puede poner en órbita geoestacionaria (la que utilizan los satélites de telecomunicaciones convencionales, a 36.000 kilómetros de altura) cargas de hasta 4,5 toneladas y en órbita polar (a 800 kilómetros) de 7,2 toneladas y en órbita baja terrestre hasta 10,3 toneladas.
La versión de gran capacidad (Ariane 64) tiene hasta 62 metros de altura y puede propulsar satélites con una masa de hasta 11,5 toneladas a una órbita geoestacionaria, de 15,5 toneladas a una órbita polar y de 21,6 toneladas en órbita baja terrestre.
Desembarca tarde en un mercado de lanzamiento de satélites que está marcado y en gran medida saturado por la revolución que ha supuesto desde finales de la pasada década la irrupción de la empresa estadounidense Space X, de Elon Musk.
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Su cohete Falcon 9 reutilizable, desarrollado gracias a miles de millones de dólares de fondos públicos estadounidenses y utilizado sobre todo para poner en órbita las decenas de miles de satélites de la constelación Starlink, ha hundido los precios de los servicios de lanzamiento.
En 2025 están previstos seis lanzamientos del Ariane 6, la mayor parte en la segunda parte del año, y cuando la cadencia de fabricación de los cohetes llegue a pleno rendimiento se esperan alrededor de nueve cada año de Ariane 6 y unos cinco de Vega C.
Fuente: EFE.