El descubrimiento del agujero negro LB-1 aparece este miércoles publicado en un estudio de la revista Nature, en el que colaboraron científicos de España, China, Estados Unidos, Italia, Polonia y Holanda.
El Gran Telescopio Canarias, situado en la isla española de La Palma, fue uno de los encargados de estudiar el agujero negro ubicado a 15.000 años luz de la Tierra para establecer sus características.
Hasta ahora, los científicos habían estimado que la masa de un agujero negro estelar en nuestra galaxia no era superior a 20 veces la del Sol, pero el descubrimiento de este enorme objeto estelar echó por tierra esa suposición.
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Y es que la masa de este agujero negro estelar es 70 veces mayor que la de nuestro sol, un descubrimiento que provocó gran sorpresa.
“Agujeros negros de una masa como esta no deberían existir en nuestra galaxia, según la mayoría de los modelos actuales de evolución estelar”, explicó el profesor Liu Jifeng del Observatorio Astronómico Nacional de China y líder del estudio.
Los astrónomos creen que las estrellas muy masivas con la composición típica de la Vía Láctea deben desprenderse de la mayor parte sus gases, en forma de potentes vientos estelares, a medida que se acercan al final de su vida “y no deberían dejar tras de sí un remanente tan masivo”, señaló Liu refiriéndose al agujero negro.
Pero LB-1 es dos veces más masivo de lo que se pensaba que sería posible y “ahora los teóricos tendrán que asumir el reto de explicar su formación”, considera el experto en un comunicado del Academia China de Ciencias.
Hasta hace pocos años, los agujeros negros estelares solo se podían localizar cuando se tragaban el gas de una estrella compañera, un proceso que crea poderosas emisiones de rayos X que pueden detectarse desde la Tierra y revelan su existencia.
Pero como la gran mayoría de este tipo de agujeros negros estelares no suelen tragar el gas de otras estrellas, no emiten esa señal, por lo que hasta ahora solo unas dos docenas fueron bien identificados y medidos.
Para intentar hacer frente a esta limitación, el equipo científico estudió el cielo con el telescopio chino Lamost a la caza de estrellas que orbitasen un objeto invisible, aunque se trataba casi de encontrar una aguja en un pajar, pero dieron con ella.
Una vez hecho el primer descubrimiento, se utilizaron los mayores telescopios del mundo, el Gran Telescopio Canarias (GTC), de 10,4 metros de diámetro, y el Keck I en Estados Unidos, de 10 metros, para determinar los parámetros físicos del sistema.
Los resultados fueron “fantásticos” pues el sistema está formado por una estrella ocho veces más pesada que el Sol, que cada 79 días orbita un agujero negro de 70 veces la masa de nuestra estrella.
Este descubrimiento, recuerdan los científicos, “encaja perfectamente” con otro gran avance en astrofísica: recientemente los detectores de ondas gravitacionales Ligo (EEUU) y Virgo (Italia) empezaron a captar ondas en el espacio-tiempo causadas por colisiones de agujeros negros en galaxias lejanas.
Curiosamente -indica la nota- esos agujeros negros son mucho más grandes de lo que se consideró como algo típico y el descubrimiento de LB-1 prueba que este tipo de agujeros existen incluso en nuestra galaxia.
“Este descubrimiento nos obliga a volver a examinar nuestros modelos sobre cómo se forman los agujeros negros de masa estelar”, indicó el director de Ligo, David Reitze.
“Este notable resultado, junto con las detecciones hechas en los últimos cuatro años, por Ligo y Virgo de colisiones binarias de agujero negros realmente apuntan hacia un renacimiento de nuestra comprensión de la astrofísica de los agujeros negros”, agregó.