El ministro Julio Mazzoleni y su equipo lograron contener hasta hoy la pandemia con medidas de prevención incluso pioneras en la región. Paraguay es hoy ejemplo, junto a Uruguay y Costa Rica, como los países que mejor reaccionaron para evitar el contagio masivo gracias a la rápida reacción de las autoridades.
“Esa fue nuestra estrategia. Tomar una decisión de alto impacto para toda la ciudadanía. Definitivamente ninguna decisión hubiese tenido efecto sin el respaldo y la unidad de todo un pueblo que de una forma madura y disciplinada entendió lo difícil de la situación”, destacó muy orgulloso Mario Abdo Benítez durante su interlocución ante la OMS.
Es innegable que Mazzoleni cumplió y sigue cumpliendo a cabalidad su labor misional como ministro de Salud. En el inventario de su gestión se destaca con letras de molde el control de la crisis sanitaria con bajos contagios y pocos fallecidos. Esa confianza le permitió al Gobierno tomar otras medidas no tan populares con relativa tranquilidad. Un éxito que le dio oxígeno a un Gobierno caracterizado por su fragilidad.
Sin embargo, está naufragando en la otra misión, la de administrador, porque no supo evitar la corrupción en la compra de insumos y eso está poniendo en riesgo la capacidad de la salud pública para enfrentar un escenario más catastrófico, que vaticinan llegará en breve.

Mazzoleni, un héroe inesperado que surgió de la crisis, tiene el control de la situación sanitaria y sigue siendo una persona confiable para seguir al frente de la batalla. Pero si no frena los desbordes en el uso de los fondos destinados a la pandemia, no denuncia a los verdaderos responsables, no patea la mesa, debilitará su imagen y esa pérdida de credibilidad puede ocasionar crisis de gobernabilidad.
ROSARIO DE ERRORES. El viernes, un derrotado Mazzoleni anunciaba al país la rescisión total de los contratos con las cuestionadas empresas Imedic y Eurotec, que debían proveer de insumos y equipos de seguridad. La decisión fue el corolario de un largo proceso irregular denunciado ampliamente. El demoledor informe de la Contraloría, que objetó prácticamente todo el proceso licitatorio, además de los reproches de la Comisión Especial de Compras Covid, dirigido por el ministro Arnaldo Giuzzio, acorralaron al titular de Salud que se vio obligado a la drástica decisión.
“En virtud de ese informe de la Contraloría y de la comisión aquí instalada (en el Ministerio de Salud), he tomado la decisión de realizar una rescisión total del contrato. Además de eso, se va a ejecutar la póliza correspondiente y vamos a instruir el sumario correspondiente para deslindar responsabilidades”, explicó.
A manera de justificar la lentitud para señalar a los culpables, agregó que entendía las urgencias “desde el punto de vista mediático, político incluso, pero no solamente es mi deber hacer lo que hay que hacer en los plazos pertinentes, sino es lo correcto”.
La sensación que queda es que se ha ganado tiempo al Covid-19, pero se ha perdido un valioso tiempo para fortalecer el sistema sanitario. Médicos y enfermeras reclaman cada vez más fuerte los insumos y hasta anuncian rebeldía en caso de no contar con los equipos.
PASOS A SEGUIR. No basta con la rescisión del contrato. Hay demasiada inmundicia por limpiar en Salud, cooptada por la mafia de los proveedores, burócratas corruptos apadrinados por poderosos políticos. Empezando por investigar a los funcionarios que “renunciaron” apenas se desató el escándalo, al comité de evaluación que sentó las bases para firmar el acuerdo con el clan Ferreira, la Dirección Jurídica que dio el aval final y todos aquellos que estuvieron en el proceso anulado. De principio a fin.
El ministro Mazzoleni también debe aclarar mejor su posición, más allá de anunciar sumarios edulcorados y manifestar confianza en funcionarios sospechados. En primer lugar, si esa cadena de funcionarios involucrados en el proceso licitatorio forman parte de su equipo o se lo impusieron. Si “lo madrugaron” porque es humanamente imposible revisar todos los papeles; si pecó de ingenuo por confiar en la lealtad de sus subalternos; si sabe, pero no puede hablar. Lo peor para su imagen es parecer un tigre enjaulado y maniatado sin poder rugir contra los poderosos intereses que se juegan en el tablero billonario de Salud Pública.
El éxito contra el virus tiene un alto costo para la gente que a pesar de sus condiciones vulnerables sigue obedeciendo las reglas. Es increíble que el Gobierno aún no lo haya comprendido. La ciudadanía está harta, indignada, a punto de la desobediencia social porque la economía es un campo minado que solo mutila a los más débiles.
Si el Gobierno no toma nota y entiende de una vez por todas que si no lucha contra la corrupción descabezando las mafias, demostrando que nada tiene que ver con las licitaciones amañadas, no tendrá más la confianza de la gente ni la fuerza moral para pedir un sacrificio más.
Entonces, la calle hablará y no habrá forma de domarla.