21 nov. 2024

Un epifanista a quien el tirano Stroessner nunca doblegó

Político, escritor y periodista, Carlos Agustín Bedoya sufrió nueve apresamientos. Vivió exiliado en Argentina, Brasil y Francia. El que hacía gala de admirable coraje también escribía encendidos poemas de rebeldía.

Si alguien -en Buenos Aires, París o Asunción- preguntara por Carlos Agustín Bedoya es posible que muchos paraguayos no lo conozcan. Si preguntaran por su nombre de guerra, de militante político colorado epifanista, en cambio, lo identificarían en el acto: Tumbita.

Nacido en Ypacaraí el 27 de agosto de 1936 y criado en Caacupé, muy joven se vio envuelto en episodios que marcarían su vida a fuego.

Tras terminar sus estudios en la Escuela Nacional de Comercio Nº 2 ingresó como cadete en el Liceo Militar. Su padre -que era militar- tuvo que haber influido en esa determinación.

Carlos Agustín pronto se destacó en sus estudios. Por sus méritos académicos recibió de manos del futuro dictador Alfredo Stroessner una medalla y fue becado a Buenos Aires.

FORMOSA. Como la fiebre de la política le invadía ya, cuando el barco que lo llevaba a la capital argentina, en una parada de dos horas en Formosa, aprovechó para visitar a Édgar L. Insfrán que estaba en el exilio. Conversó con tanto entusiasmo con aquel dirigente que cuando volvió al muelle encontró que el buque había zarpado ya.

“Si vuelvo a Asunción, papá me mata”, reflexionó.

Como no tuvo más remedio que quedarse, Insfrán le consiguió trabajo en el Cine Español.

Transcurrido algún tiempo, consiguió un empleo en el semanario peronista El pregón.

“Su director me había preguntado si era periodista y yo escuché peronista. Le dije que sí... Fue así como me convertí en gacetillero sin querer”, rememora.

Un año después el “becado” volvió a su casa. Su padre, sin miramiento alguno, lo echó.

Como periodista trabajó luego en el semanario Pombéro. De ahí pasó a El Imparcial.

APRESAMIENTOS. De los últimos años de la década de 1950 y los iniciales de la siguiente datan sus primeros apresamientos por ser partidario de Epifanio Méndez Fleitas, arrojado al exilio por el pavor que le tenía Stroessner.

“Lo que yo hacía, entre otras cosas, era llevar las cartas que Epifanio escribía al general Duarte Vera. Le pedía que derrocara al Rubio”, recuerda.

Algún compañero le puso -dice no recordar por qué- su nombre de batalla: Tumbita.

Después de 9 apresamientos, se fue al exilio. “En el 59 me rompieron las costillas, los dientes... y no sé qué más. La doctora Gladys Meilinger me curó aquella vez”, cuenta.

Para mostrar al mundo la crueldad del régimen de Stroessner, durante años vivió sin dientes, cuenta Maricruz Méndez, hija de Epifanio Méndez Fleitas

En 1961 sus amigos le advirtieron que un próximo apresamiento iba a significar su muerte. Fue allí cuando se exilió en la Argentina.

VENDEDOR DE LIBROS. Entre 1966 y 1971 estuvo de nuevo en el Paraguay. “En el Brasil las papas quemaban. Corría el riesgo de ser apresado. Decidí venir al Paraguay. Aquí estuve dos meses preso. Durante 3 días con sus noches me interrogaron al principio. Al salir, vendí libros de Selecciones. Mis clientes eran los torturadores porque conocía a todos. Hasta llegaron a nombrarme proveedor de libros de Investigaciones”, rememora.

En 1971 volvieron a avisarle que su vida corría peligro. De nuevo ancló en la Argentina.

En 1981 le apresó la Policía argentina. Estaba con Victorino Velázquez, también encendido epifanista.

En el 82 se refugió en el Brasil. París fue luego su destino. De allí vuelve ahora con las ganas de acabar su vida de andariego involuntario.

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