Saint-Exupéry en suelo guaraní
Hasta la ciudad de San Bernardino de Cordillera, Paraguay, voló el piloto aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, en 1929, a los 29 años, cuando vino a inaugurar la ruta Aeropostal. Esto fue antes de que escribiera El Principito.
Allí se reencontró con la francesa Hilda Ingenohl, quien ya tenía 40 años y vivía en una suite del Hotel del Lago, el que hoy rinde homenaje a lo que llaman fue una historia de amor.
Escritos de la época señalan que lo primero que le impresionó fue el resplandor del lago Ypacaraí, que reflejaba a la luna como un gran espejo entre los cerros, un horizonte abrumado de colores por las últimas luces del atardecer.
Para ese entonces, Antoine, que visitó el país en carácter de aviador, ya había publicado dos primeros libros: El Aviador y Correo del Sur.
Opinión
Una de mis obras de cabecera
“Cuando lo leí por primera vez, necesité tiempo para entender muchas cosas. Sin embargo, comenzó una fascinación por esa obra que me duró toda la vida. es una de mis obras de cabecera. Es para leerla cada tanto, durante la vida entera, porque contiene aquello imprescindible en la vida del ser humano, la ternura, y recuerda que lo esencial es invisible a los ojos”. Milia Gayoso, escritora
“He aquí mi secreto: Solo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos”.
“Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”.
“Todas las personas fueron primero niños, aunque pocas lo recuerden”.
“No era más que un zorro semejante a otros cien mil. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo”.