Recientemente el Dr. Benjamín Barán Cegla fue distinguido por la Universidad Nacional de Asunción como “Doctor Honoris Causa”. En su discurso de aceptación el Prof. Dr. Benjamín, inspirado por la presencia en el solemne acto, entre otros, de sus alumnos y egresados del Doctorado en Ciencias de la Computación de la Facultad Politécnica (en cuya existencia tuvo mucho que ver), visualizó un futuro maravilloso para nuestro país de la mano de los que estudian, investigan, trabajan, y perseveran a pesar de dificultades, limitaciones, fracasos y escasos reconocimientos. Aquí y en muchos países del mundo en este momento hay investigadores paraguayos que nos enorgullecen. Como otra alegría la Facultad Politécnica tiene como autoridades una decana y varias otras mujeres meritorias y destacadas; algo que antes era inexistente y que junto a sus otros colegas conforman un equipo excelente.
En un país, a menudo acosado por carencias básicas y con necesidades cotidianas impostergables, dedicarse a la investigación es un desafío mayor. El investigador puede fallar, puede gastar mal, puede demorar mucho, puede generar desconfianza e inquietud en sus tareas y plazos y aun en sus hallazgos. Puede ocurrir que su tarea quede trunca para que algún día, quizás alguien continué y llegue al triunfo. Se suele decir que, entre otras razones válidas, es una tarea para zonas del mundo con inviernos duros y prolongados, y con recursos sobrantes para cuestiones no esenciales.
El optimismo del Dr. Benjamín es justificado. Aun con todo en contra y aunque parezca que algún premio Nobel es lejano, los logros y avances de nuestros estudiosos son importantes y lo serán aún más porque la tecnología y las comunicaciones nos ayudan a compensar nuestros puntos débiles y aprovechar nuestros puntos fuertes como sobre ponerse ante las adversidades. En la ceremonia estaban presentes algunos jóvenes para los cuales llegar a la universidad ya era considerado como un milagro para sus seres queridos. Terminarla, completar un master o un doctorado, absolutamente inimaginable. Desde luego aun falta mucho que invertir en educación y aun falta mucho para integrar las necesarias alianzas con el empresariado y otros sectores para que esa riqueza de más y mejores frutos.
Hace unos días mi optimismo se vio fortalecido porque los jóvenes voluntarios de Techo aguantaron en las esquinas con alegría y entusiasmo la inclemencia del clima, el tráfico, el cansancio y otras dificultades para recordarnos que hay para creer, que hay un montón de gente fantástica que está lista para avanzar. En las próximas semanas debemos recordar que nos debemos a ellos para participar, elegir bien, involucrarnos, emprender y seguir empujando.
Dios espera que hagamos nuestra parte. Que el Espíritu Santo nos otorgue discernimiento y paciencia para continuar cuando las cosas no salen como queremos.