Cuando hace más de una década me incorporé a la Junta Directiva de ADEC, el querido y popular José Bebe Bergues no demoró en charlar conmigo. Fundador y primer presidente e inspirador de muchas iniciativas, tenía la visión privilegiada de la historia que te dan la sabiduría y el protagonismo. Casi no me hizo preguntas personales, sino que prefirió sondear mis opiniones, y compartir las suyas, sobre enfoques generales. Ese estilo conmigo no varió nunca. Como ejemplo, fue el primero que me insistió en la importancia de acercarse a UNIAPAC (la organización mundial de dirigentes cristianos de empresas), de la cual la ADEC es parte, entenderla, apoyarla y participar. Por eso y por otros motivos, es muy respetado y muy bien recordado en ese foro.
Era el “charlemos” en su mejor y perfeccionada expresión que se extendía desde compartir un café, hasta una casual llamada telefónica, pasando por correos, redes sociales, y todos los canales de comunicación imaginables. Un estilo inusual donde él entendía —y solía repetirlo— que al que está al frente hay que respetarlo, apoyarlo y aceptar que ve cosas que otros no ven, sin renunciar al intercambio oportuno de pareceres. Igualmente, su concepto del tiempo era sereno y conciliador. Solía decir que algunas pocas cosas pueden ser instantáneas y que la gran mayoría demoran, y demoran mucho más en establecerse y perdurar fructíferamente. Por ejemplo, cuando la ADEC era reconocida por haber instalado la actitud RSE (responsabilidad social empresarial) solía recordarnos que no se logró en un día, y que no estuvo exenta de críticas ni detractores.
Siempre acompañado por su infaltable cuaderno de apuntes era el mejor para redactar un acta o un informe de lo tratado en cualquier reunión y también era el mejor en compartir materiales. Cuando no tenía algo nuevo, no dudaba en enviar algo de años anteriores pidiendo disculpas por las repeticiones y advirtiendo que “podía ser útil para los nuevos” o “para los que no lo leyeron bien la vez anterior”.
Poseedor de un excelente buen humor, conversamos telefónicamente el último día de mi presidencia. “Ahora que vas a tener más tiempo…”, me propuso formar un nuevo club denominado PIP (Petisos Importantes del Paraguay), a lo cual accedí gustosamente. Volví a agradecerle por un libro que me había regalado en el 2018, The Servant Leader, cuyo título inspiró el nombre de esta columna, escrito por Ken Blanchard y Phil Hodges y que en su dedicatoria dice: “Le agradezco a Dios por el líder que ya sos, y rezo para que Él continúe guiándote para servir a todos aquellos que esperan tu liderazgo”.
Gracias, Maestro Bebe, por ser el mejor líder servicial. Dios te tenga a su lado. Gracias, ADEC.