A medida que las mujeres continúan avanzando en diversos sectores, es crucial entonces reflexionar sobre los retos y oportunidades que enfrentamos en cuanto a la representación y liderazgo femenino en nuestros espacios laborales, cada vez más complejos y competitivos.
En el Paraguay, las mujeres han demostrado su capacidad y determinación en el ámbito empresarial, así como antes en la resistencia y en la reconstrucción de la patria. Pero aún nos encontramos ante una serie de obstáculos y prejuicios que dificultan su ascenso a posiciones de liderazgo y justa valoración.
Entre estos figuran el sesgo de género, la falta de modelos a seguir y las responsabilidades familiares que muchas veces recaen sistemática y desproporcionadamente sobre ellas.
Según las estadísticas recientes, la representación femenina en altos cargos ejecutivos aún se encuentra por debajo de la internacionalmente deseada paridad. La tradición patriarcal sigue teniendo una gran incidencia.
Sin embargo, cada reto representa también una oportunidad.
Las empresas que crean los espacios y oportunidades para promover la inclusión de mujeres en sus filas –esto no significa regalar nada– no solo están contribuyendo a la equidad social, sino que también están reconociendo el valor que añade la diversidad en la toma de decisiones, la innovación y la rentabilidad. La uniformidad inercial y excluyente está superada no solamente por la eficiencia y creatividad de la importancia del trabajo en equipo, sino también por la inclusión del talento femenino. Más aún cuando la producción y productividad responden a una población mixta, tan distinta en sus necesidades y particularidades.
Está comprobado que los equipos diversos son más creativos y están mejor preparados para enfrentar los desafíos del mercado, en el que en la actual modernidad lo femenino adquiere una preponderancia cada vez más significativa.
Para avanzar en esta dirección, la diversificación de equipos, es fundamental implementar estrategias concretas que fomenten la equidad de género dentro de las organizaciones, tanto de la sociedad civil como de las instituciones públicas, es decir, del propio Estado.
A medida que miramos hacia el futuro, es esencial que todos, desde líderes corporativos hasta funcionarios gubernamentales y miembros de la comunidad, trabajemos juntos para crear un entorno que promueva la igualdad de oportunidades. Y de condiciones, porque las desventajas económicas y hasta culturales juegan en contra no solo contra la paridad, sino también contra la neutralidad en la calificación de méritos.
Si realmente pretendemos un progreso exponencial, sostenible e incluyente, preciso es reconocer que las mujeres tienen un papel fundamental que desempeñar en el desarrollo económico y social de Paraguay, y su participación activa en posiciones de liderazgo es vital para alcanzar un crecimiento sostenible e inclusivo.
Por eso es que necesitamos avanzar hacia un nuevo paradigma en nuestro país. El que con racionalidad eleve a las mujeres a condiciones iguales en todos los ámbitos del quehacer nacional. Se sabe que en las importantes esferas de la educación y de salud su presencia es gravitante. Y desde siempre. Pero aún no tienen la trascendencia que, por el bien de la sociedad misma, deben tener en las direcciones de la sociedad civil, en las diversas actividades ejecutivas de las empresas. Y, de igual modo, en los estratos de poderes estatales en que se administran, legislan y controlan los bienes del país.
Abrazando esos ideales, invito a todos los actores del sector privado, y obviamente al gobierno, a colaborar activamente en la construcción de un futuro donde la equidad de género sea una realidad, y no solo un objetivo.
La transformación cultural que necesitamos requiere de nuestro compromiso y acción decidida.
Juntos, podemos cerrar la brecha de género en el liderazgo y construir un Paraguay más equitativo y próspero para todos.