Tras semanas de repunte de violencia, las alarmas sonaron de nuevo en el corazón de Tel Aviv, cuando un palestino de Cisjordania ocupada cometió un tiroteo en un bar de una de las calles más céntricas de la ciudad.
El atacante mató a dos jóvenes israelíes de 27 y 28 años e hirió a unas 13 personas, varias de ellas gravemente. El tiroteo sembró el pánico en el centro de la ciudad, donde el sonido de sirenas policiales y de ambulancias se mezclaba con corredizas de transeúntes que escapaban y buscaban refugio.
El agresor logró huir hasta ser abatido por una unidad especial de la Policía, mientras se escondía cerca de una mezquita del distrito de Jafa, en la misma urbe. Era de la ciudad de Jenín, en el norte cisjordano, no estaba vinculado a grupos armados o políticos palestinos ni había sido arrestado previamente por Israel.
Las horas en que estuvo fugado llevaron a Tel Aviv a una realidad a la que ya no estaba habituada: más de mil policías, soldados y cuerpos de élite peinaban calles y rincones en búsqueda del atacante, mientras la población permanecía encerrada en casa.
El último incidente de este tipo en Tel Aviv fue en 2016, cuando dos personas murieron y varias fueron heridas en otro ataque en un bar. Más allá de esto y otros repuntes de tensión puntuales, el conflicto palestino-israelí tendía a tener poco peso en esta ciudad, que destaca por su ambiente juvenil, fiestas y ambiente hedonista.
Ante todo, el primer ministro israelí, Naftali Benet, alertó que “Israel no tendrá límites en la guerra contra el terrorismo”. EFE