12 mar. 2025

Un padrino para el anhelado puesto laboral

Cuando varios años atrás me tocaba cubrir las actividades del Senado y éramos con otros periodistas acreditados ante esta Cámara quienes interrogábamos a los legisladores sobre diversos temas, la gente nos veía por televisión en dicha faena, por lo que me tocó en más de una ocasión atender las llamadas de personas conocidas y desconocidas para pedirme intermediar ante tal o cual senador con el fin de conseguirle trabajo. “Vos que podés acceder a Galaverna, decile pues que me reciba para llevarle mi carpeta”, o bien: “¿Podría acercarle el currículum de mi hijo para que le entregue al senador o la senadora x? Demasiado necesita trabajar”.

Hablo de la época en que el añejo edificio del Cabildo albergaba al Senado e indefectiblemente las probabilidades de toparse con algunos de los 45 senadores eran infinitas debido al reducido espacio en que se desenvolvía entonces esta Cámara. Además, las crisis políticas eran frecuentes y las ruedas de prensa, ídem. Antes y entonces ya era aspiracional conseguir un “puestito”, aunque fuere de ordenanza en una de las Cámaras. Una de las opciones para intentarlo era a través del hegemónico Partido Colorado, y para los que no activaban en política, la otra vía era llegar de alguna manera hasta algún legislador de peso en ese momento. Preferentemente quienes presidían las Cámaras o representaban el verdadero poder en ellas. Pretender hacerlo de otro modo se considera una tarea infructuosa.

Recordé esta incómoda experiencia porque se me quedó grabada en la memoria lo que una mujer me respondió al aclararle que yo era periodista y negarme a su pedido de conseguir trabajo a su hijo en el Legislativo, explicándole pacientemente que por ética no podía hacerlo y que además, esa no era mi función. La señora me reprochó: “Qué floja que sos”.

Rescato esta anécdota a propósito de que una vez más saltan a la luz las sumas millonarias que perciben funcionarios del Poder Legislativo que ingresaron allí sin ninguna preparación, sin concurso, méritos ni otras credenciales más que el haber conseguido algún “padrino político” o por ser familiar de algún parlamentario.

El mecanismo está tan vigente, pese a la cosmética de los concursos que en los últimos años ensayan para disimular tan alevosa práctica de seguir cargando funcionarios las Cámaras donde la tónica ha sido incrementar sustancialmente, cada Gobierno, los salarios en la pretensión de acercarse a las siderales remuneraciones de las empresas hidroeléctricas binacionales, Itaipú o Yacyretá. Además de hacinamiento y la necesidad de ampliar cada cierto tiempo el edificio del Congreso para inventar espacios donde ubicar a los “ahijados” y nepobabies, si sigue el crecimiento exponencial de funcionarios, ni la totalidad de los edificios construidos en la zona del puerto para albergar los ministerios bastará. Mucho menos el Presupuesto para cubrir tan privilegiados sueldos y otros beneficios.

El discurso de que debe prevalecer la meritocracia, que debe haber igualdad de oportunidades para acceder mediante mecanismos justos y objetivos a los cargos públicos y que el nepotismo está vedado se estrella con la realidad, profundamente enraizada, de que todo eso no importa. Lo que se precisa es un padrino político que, se sabe, dispone de un cupo determinado para meter punteros, parientes, amantes, y ahijados en las instituciones del Estado. Lo importante es que estos entren en nómina; “después se ajusta el presupuesto”.

Qué fuerte y penoso es todo esto. Particularmente cuando desde el mismo Estado se destinan millones de guaraníes en becas de grado y posgrado para la formación de profesionales calificados, muchos en el exterior, que cuando culminan la carrera y buscan trabajar colisionan con esto que el propio Santiago Peña reivindicó al decir que los que llegan a los cargos lo hacen no “porque tienen la pared llena de títulos”, sino gracias al Partido Colorado.

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Adrián Cáceres — adrian-caceres@uhora.com.py