Llegar a los 60 o 65 años jubilados, antes que un derecho es un privilegio de unos pocos. La gran mayoría atraviesa esta etapa de la vida sin ninguna protección social, por lo tanto, lo hace con la pesada carga de la incertidumbre y perspectiva de un futuro gris. Normalmente, porque sus hijos, si los tienen, ni el Estado están preparados para garantizarles una vida digna. Mucho menos para integrarlos activamente, hasta donde quieran y puedan, a actividades donde se sientan útiles y valorados
En algunos países europeos aplican fórmulas como espacios donde los adultos mayores puedan compartir parte de la jornada con niños; o de intercambio, juntándolo con jóvenes que quieran emprender determinadas actividades y precisan de la experiencia y conocimiento de personas de la tercera edad que se han desempeñado en diversas áreas.
El objetivo es unir las ganas de emprender y de surgir de los jóvenes, con la experticia y sabiduría acumuladas por quienes han experimentado e identificado determinadas actividades durante su etapa productiva, y que con sus aciertos y fracasos, están en condiciones de aconsejar u orientar a los más jóvenes.
Tal como ocurre en las culturas indígenas, donde los ancianos y ancianas gozan de gran respeto por ser garantes de la cultura y quienes transmiten la sabiduría, el modo de ser y hacer, los valores, usos, costumbres y cosmovisión a las nuevas generaciones. Según la Encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE), realizada en el 2017 por la Secretaría Técnica de Planificación del Desarrollo Económico y Social en Asunción y Área Central, de un porcentaje de 4,9% de adultos mayores para el año 2000, se proyecta pasar a 7,7% para el año 2025.
A partir del 2008, dice el estudio, se aceleró el ascenso de los porcentajes de población de 65 y más años que llegará a 7,7% en 2025. “Los resultados invitan a ponderar las repercusiones que pueda ocasionar, ya sean de índole social, económica y para el desarrollo de este aumento del envejecimiento”.
El documento advierte: “Sobre todo si se toma en cuenta que en Paraguay apenas las actividades de investigación, planeación, prevención, prestación de servicios y organización política y administrativa para la población envejecida se encuentra en una etapa incipiente”.
Y es así, la pensión alimentaria para adultos mayores pobres data de 2010, planteado por el Gobierno de Fernando Lugo. El número de hogares públicos para personas de la tercera edad sin recursos no ha variado, siguen siendo 5. Los centros privados están reservados para un reducido sector de la población que puede pagar una mensualidad para que cuiden de sus adultos mayores.
Ni en lo mínimo se piensa en las personas de la tercera edad. Hasta en el sistema de salud prepaga (seguro médico privado) se mira con recelo a las personas a partir de los 60 años, desde la perspectiva económica que pueden significar las complicaciones de salud en el proceso de envejecimiento de estas.
Tampoco hay actividades de esparcimiento pensadas para esta franja etaria.
Salvo algunas municipalidades y cooperativas, no está extendido el criterio, como política de Estado, de que en todas las áreas debe contemplarse a los adultos mayores. Hablamos de descuentos en las tarifas de viajes o para el acceso a las actividades deportivas, culturales, de esparcimiento en general, y crear espacios comunitarios donde puedan reunirse para leer, participar de juegos de mesa, escuchar música, cantar, realizar ejercicios, encontrarse, merendar, tejer o navegar en la web.
Espacios que los clubes, parroquias, partidos políticos, y centros culturales inexplicablemente tampoco ponen a disposición de los adultos mayores,.
Y es que la tercera edad parece no contar en la agenda.