En medio de tanta enmienda, elección, reelección, discurso navideño y recorridas varias, el Gobierno de Cartes tiene algo bueno: presenta rendición de cuentas en varios ministerios. De ahí a que los informes se ajusten a la verdad de la milanesa hay un largo trecho.
Entre pelearse por el IRP, el presupuesto 2017 y otras yerbas, el ministro churrito también hizo su balance del año y como siempre en estos casos aprovechó para usar unos cuantos términos difíciles, como desgravamen, dumping, IPC, libor, a no confundirlo con Liborio, y otras palabrejas raras, cuya finalidad es que vos no entiendas nada y por ende no se te va a ocurrir cuestionar nada.
Esta vuelta una de las estrellas del Gobierno dijo –palabras más, palabras menos– que estamos en un país de maravillas. Lo que no dijo es que tenés que ser una especie de Principito para comprender porque es invisible a los ojos.
En una inentendible jerga a lo Chicago Boy, mezclada con el arrr arrr de los niños bian de Asunción, aseguró que este año fue de puros récords. Supuestamente el gasto salarial bajó un 0,1%, granyi coisa. Los promotores del rekutu de su jefe van a decir que en ese tocón de plata que es el presupuesto nacional es mucho un 0,1%, más aún si tenemos en cuenta la cantidad de niñeras, jardineros, mozos y choferes que “prestan servicios” en las casas de unos cuantos avivados, a costa de los millones de giles.
Según explicó el churrinchi, este dinero, cuyo monto que no se publicó en ningún medio, permitió destinar más recursos a gastos sociales. Gracias a este ahorro –por lo menos esto es lo que dice Última Hora en su edición del 22 de diciembre– Salud tuvo un aumento del 109% y Educación del 666%. Algo no cierra en estas cifras: no está bien explicado o un ahorro de 0,1% es un vagón de dinero que le envía a Rico Mc Pato. Lo que sí es tangible es que no se ve el ahorro: no se ven mejoras en el transporte público, no se ven obras en cada cuadra, no se ven escuelas más lindas, no se ven servicios de salud más limpios y, valga la redundancia, saludables. En síntesis no se ve. No estamos mejor que hace dos años ni que hace 45 años. Estamos cada vez peor, peor y peor. Algunos no sentimos porque disfrutamos de cierto bienestar, pero la gran mayoría padece las de Caín: horas en un colectivo para ir a trabajar; miedo en cada esquina a que le asalten, le roben o le maten; meses en lista de espera para una simple cirugía y siempre comiendo de los combos de oferta. Pero para ellos estamos en un país de hitos.
Y bueno. Que cada uno viva en su país, mientras seguimos en la tontería: reelección or not reelección. That is the question.