28 nov. 2024

Un paraíso fiscal en un infierno judicial

“Un país bueno se vende solo, por lo que no les voy a decir que vayan a invertir a Paraguay, sino les pido que vayan a mi país a ver las cosas que se pueden hacer”, decía Horacio Cartes en octubre del 2013, cuando apenas asumió la presidencia de la República, ante un selecto grupo de empresarios uruguayos. Hasta allí, el discurso discurría sobre las bondades del país para conquistar a los inversores. Pero luego soltó una metáfora que lo perseguirá como estigma: “Paraguay es como esa mujer bonita, que cada mañana se pone su mejor vestido y se pone maquillaje. Paraguay es fácil”.

¿Cómo se le ocurrió la polémica frase? En ese entonces visitó el país Michael Porter, profesor de la escuela de Negocios de Harvard y presidente del Instituto para la Estrategia y Competitividad, un respetado gurú mundial. Fue en setiembre del 2013 y previa a una charla magistral en el BCP fue a Palacio de Gobierno. Cuenta un funcionario cartista que Porter y Cartes hablaron de las fortalezas del país: buen clima, tierras fértiles, abundante energía eléctrica, bajos impuestos, etc. En su elaborado y refinado inglés de Harvard, Porter sugirió al presidente mostrar una mejor imagen del país. Que debía construir un lugar de fácil acceso a las empresas de los países vecinos, a las que se proteja su inversión con reglas claras. Ser simples ante la complejidad económica de Brasil y Argentina. Que Paraguay debía simplificar sus reglas y que necesitaba simplemente arreglarse para atraer atención. Pero que para ello debía embellecerse a la hora de mostrarse a los inversores.

Como lo hacen las mujeres coquetas todos los días.

Yes, like a woman.

El presidente hizo una acotada traducción prosaica: “Paraguay es una mujer bonita y fácil”, al que se sumó un año después el “usen y abusen del Paraguay”, ante empresarios brasileños.

Así se creó la doctrina económica cartesiana.

UN PARAÍSO. Algo similar sucedió recientemente con el presidente Mario Abdo Benítez en el Foro Económico de Davos. Allí, en la idílica ciudad suiza, enumeró también los aspectos positivos del país. Destacó el modelo de estabilidad, que “somos el cuatro exportador de soja en el mundo, el 98% de la tierra es productiva, somos el séptimo exportador de carne y los mayores generadores de energía”. Luego lanzó la carta más importante: “Somos los de menor presión tributaria de la región”. Por si los líderes mundiales y los hipermillonarios presentes no comprendían, les aclaró: “Casi somos un paraíso fiscal”.

Yes, tax haven.

La desafortunada frase presidencial es inaceptable. Un paraíso fiscal, es cierto, es un país o un territorio con muchas ventajas, con generosas exenciones fiscales, escaso control, mucha opacidad, donde generalmente se radican quienes buscan eludir impuestos en sus países. Si bien es una práctica legal, estas reglas tan deliberadamente frágiles permiten también que esos países se conviertan en centros de lavado de dinero, especialmente, del narcotráfico y la corrupción.

No fue la mejor comparación. Paraguay está bajo la lupa por ser un “paraíso de narcos y centro de lavado de dinero”, como señalaba un duro informe del Departamento de Estado en el 2017.

Aparte, lo de la baja presión tributaria a estas alturas ya no es buena propaganda. ¿Es moralmente aceptable ofrecer un país “fácil, bonito y barato” cuando por dentro se desangra por ser uno de los más desiguales del mundo, con una pobreza que afecta al 24% de su población y formar parte de la ignominiosa lista de las naciones con peor educación del mundo?

De corrupción ni hablar. Y aquí está el problema más grave del Paraguay: su Poder Judicial.

RETO INSTITUCIONAL. De nada servirán las flexibilidades impositivas si no existe institucionalidad. La inversión exige como condición seguridad jurídica. No hay maquillaje que pueda cubrir el envilecimiento judicial. El mismo Foro Económico Mundial había señalado al país como uno de los “peores calificados en independencia judicial”. Paraguay apareció en el puesto 131 de 138 países.

Un tema que Cartes ni intentó resolver, al contrario, debilitó la institucionalidad.

Mario Abdo tomó como bandera de campaña y está teniendo logros en este campo. Nunca antes tantos actores políticos acusados de corrupción fueron a la cárcel.

Por ello es muy importante que siga en esa línea, a pesar de muchos de sus compañeros de Añetete que ya empiezan a añorar las sumisiones de jueces y fiscales.

Si el presidente no logra subir al Ministerio Público y al Poder Judicial a la ola de transparencia, combate implacable a la corrupción y la protección del Estado de derecho, de nada servirá ofrecer las bondades del país, que justamente está como está porque ha sido “barato y fácil” y “casi un paraíso fiscal” de quienes lucran con la expoliación de sus mejores riquezas, gracias a la complicidad de quienes debían ser sus celosos custodios.

Parafraseando a Bill Clinton, quien había acuñado la frase: “Es la economía, estúpido”, señalando cuál era el problema de EEUU en 1992, Paraguay no atraerá inversiones simplemente con privilegios impositivos.

“Es el Poder Judicial, presidente”.

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