A las tres de la tarde el sol iluminaba radiante el frente de la Catedral Metropolitana. Dentro de ella, 114 parejas, ellos de inmaculado traje, ellas de prístino vestido blanco, aguardaron el momento para dar el Sí, quiero, que se multiplica por dos en la boda comunitaria celebrada ayer.
Para varias parejas fueron años de espera. Para otros, era el momento justo. Para todos y todas fue un día que perdurará por siempre.
La boda comunitaria es una iniciativa de la Fundación Santa Librada a través del proyecto Sagrada Familia.
Estará en el recuerdo permanente para María Vila y Diego Núñez, quienes decidieron dar el paso gigante ante el altar.
La emoción estuvo presente a flor de piel para María, quien tenía presente a su padre Héctor Vila, fallecido hace casi dos años a causa del Covid.
“Desde la mañana, cuando fui a la peluquería, le recordé. También cuando entré a la iglesia. Durante la misa también me atajé para no llorar”, contó María con la voz entrecortada y lágrimas al describir lo que generaba el recuerdo de su progenitor.
La celebración también fue un regalo para María, que en unos días estará de cumpleaños. La pareja lleva 10 años de relación.
El flamante matrimonio se ha mostrado muy contento. Ya mirando al futuro, Diego habla del plan de construir la casa propia en la Nueva Asunción (Chaco’i), donde vivirán con sus dos hijas.
Los bancos de la iglesia fueron insuficientes para la cantidad de personas que participaron de la ceremonia. Por lo tanto hubo que poner varias sillas.
Ante los ojos de Dios y los familiares los contrayentes dieron su contundente Sí, quiero. Entre ellos también estuvieron Jorge Edmundo Amarilla e Ingrid López.
La historia entre ambos empezó entre las capillas Virgen de Fátima y Virgen de la Paz, entre los barrios Tacumbú y Sajonia. La algarabía de la Pascua Joven en el 2006 propició el encuentro y desde ese año no se separaron nunca más, llegando ayer al altar.
“Este era un sueño que teníamos. El año pasado ya íbamos a casarnos, pero ya no hubo cupo. Ahora este año se dio la oportunidad. Estamos muy felices y emocionados”, describió con sonrisa Jorge.
Según contó, para ellos el momento más emotivo de la ceremonia fue cuando el diácono que ofició la ceremonia les pidió que se miraran a los ojos uno a otro.
“Me pareció muy lindo, me emocionó mucho”, dice Jorge. “Me sentí muy emocionada también, contentísima”, expresó Paola.
Sus sueños conjuntos a futuro son tener una casa propia y también los hijos que aún no tienen. “Creo que Dios nos va a bendecir con todo eso”, dice con mucha fe Jorge.
Con las 114 parejas de ayer, ya llegan a 1.287 las que se unieron ante el altar a través de la iniciativa de la Fundación Santa Librada.
Todos los gastos de la celebración son cubiertos por la fundación como parte del proyecto. En las semanas previas los contrayentes tienen el acompañamiento de sicólogos y trabajadores sociales, quienes colaboran para escucharlos.