25 abr. 2025

Un viaje al sangrante corazón de los yerbales

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Rafael Barrett

Javier Viveros
Escritor

Andrés Colmán Gutiérrez es reconocido principalmente por su destacada trayectoria en el ámbito del periodismo, una vocación que abraza con dedicación desde hace más de cuatro décadas (se inició en el diario Última Hora en 1979). Tanto por cronología como por calidad, la historieta paraguaya lo tiene como uno de sus primeros guionistas, y en ese ámbito, el del noveno arte está siempre sumando su aporte a los proyectos que de tanto en tanto se ponen en marcha. Asimismo, ha publicado varios libros de historia y de investigación periodística. Incansable, su inquieta pluma ha visitado también la narrativa de ficción, en los siguientes títulos: El último vuelo del pájaro campana (1995), El país en una plaza (2004), El principito en la Plaza Uruguaya (2010) y Dos hombres junto al río (2022).

La última obra mencionada ha sido galardonada con el Premio de Novela Inédita Augusto Roa Bastos, en su edición 2022, “por su habilidad para escenificar en antinomias morales y encuentros fortuitos la historia del anarquista y escritor español Rafael Barrett y también por su condición híbrida, en la que se entremezcla la narración ficticia con los textos originales del autor”, según se puede leer en el fallo del jurado. En las páginas de la premiada novela se cuentan las peripecias del periodista Rafael Barrett, quien empeñado en contar al mundo lo que son los yerbales se interna —disfrazado primeramente de comerciante y luego de peón— allí donde La Industrial Paraguaya establece, apoyada en un ejército de capangas y pistoleros, su imperio de terror y esclavitud para los mensú: los trabajadores explotados en los sudorosos territorios yerbateros. Siempre el hombre como lobo del hombre.

Descubierto enseguida, el Barrett de la ficción es sometido a culatazos, patadas y golpes de rebenque que hacen brotar de sus pulmones tuberculosos un enjambre escarlata de mariposas de Koch. Ya semimuerto, los hombres liderados por el nefasto Kuruzú Chaparro lo encierran en un galpón, del que es rescatado después por un contrabandista y algunos empáticos mensú. Perseguido por los guardias de la empresa esclavista, el periodista español recala en casa del sabio suizo Moisés Bertoni; allí, una vez recuperado de sus heridas, conversa largamente con su docto anfitrión. El primero, hombre de letras; el otro, de ciencias; son dos extranjeros que llegaron al corazón en llamas de un Paraguay que se debatía —cuándo no— entre turbulencias políticas e inequidades sociales. Hilados con maestría y tino, los diálogos hacen gala de naturalidad, verosimilitud y constituyen uno de los puntos más altos de la novela.

Son ocho capítulos que transcurren alternadamente en tiempos distintos para luego enlazarse. Está muy lograda la recreación de una época, bien pintada en sus paisajes y en su cotidianeidad. Una minuciosa investigación y muchas lecturas habrán sido necesarias antes de emprender la redacción. A diferencia de otras obras literarias escritas por periodistas —donde por lo general no se encuentra un tropo ni sacudiendo el libro con vehemencia epiléptica—, en Dos hombres junto al río abundan los recursos retóricos, las imágenes y destella la función poética del lenguaje. Bien ha señalado el propio Jakobson que la literatura es la violencia organizada contra el habla cotidiana. En la escena donde Martina se aproxima al cuerpo inerte de su amado Romualdo, el narrador zurce esta delicada anáfora rebosante de nostalgia recién nacida:

Ya no habrá danzas alrededor del fuego al atardecer contigo. Ya no habrá paseos en canoa por el río. Ya no habrá expediciones de cacería en el monte. Ya no habrá encuentros de pasión nocturna en el tekoha. Ya no habrá jornadas de aprendizajes con el gran patrón blanco.

Ubérrima en descripciones, la narración es muy visual, altamente cinematográfica:

Un fardo que camina fue lo primero que le llamó la atención, al descender del barco. Se trataba de una gigantesca bolsa de lona, rasgada y sucia de tierra, cargada de hojas de yerba mate, que sobresalían y se desbordaban, como si fueran parte de una gran planta que había cobrado movimiento. Era el famoso raído o raíro. Por debajo apenas se podían ver las piernas del peón, avanzando a través del accidentado camino hacia el muelle, con la cabeza y el torso hundidos bajo la enorme carga.

Pero el narrador de la novela sabe que no solo de imágenes visuales vive el hombre, por eso su prosa es multisensorial:

Bertoni lo ayudó a salir al corredor del segundo piso, una especie de amplio y rústico balcón que dejaba ver el río y la selva, un bello paisaje pintado por los fuertes colores del día. Era la hora de la siesta y el calor se sentía húmedo, forestal.

(...)

El salón comedor estaba casi lleno, débilmente iluminado por candiles y lámparas, con un concierto de voces y risas, denso humo de cigarros, olor a caña y frituras.

Otro aspecto a destacar es el uso del intertexto. La enunciación puede ser un acto casi parasitario por el poder de absorción que tiene de la palabra ajena. Y, en ese sentido, la novela es el género más maleable y de mayor receptividad. “Todo texto es un intertexto”, escribió Barthes. En Dos hombres junto al río hallamos intertextualidad en un alto grado; el propio autor confiesa sus deudas en la sección paratextual denominada Homenajes y gratitudes. Aparecen fragmentos prestados de otros autores e incluso personajes: el incinerable Kuruzú Chaparro de Hijo de hombre recibe su merecido en el capítulo 7. Los géneros intercalares integran registros y lenguas distintas y con esa su naturaleza de texto otro importan voces hasta el seno del discurso, enriqueciéndolo. Las cartas y las noticias periodísticas que aparecen en el libro extienden el alcance de la orquesta plurivocal, incrementando la polifonía narrativa (especialmente en el capítulo final).

La que nos toca reseñar es una novela compacta, corta e intensa, una aventura que se desarrolla en un territorio agreste y en un tiempo convulsionado, con dos protagonistas que a pesar de su extranjería aportaron mucho a esta que fue su tierra de adopción. “Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos”, dijo el encumbrado Roa Bastos. Altamente recomendable, Dos hombres junto al río narra una historia admirable y depara un disfrute seguro. Al igual que con el libro Codicia, de Maribel Barreto, este merecidamente concedido Premio Roa Bastos nos ha dado a los agradecidos lectores otra nouvelle de 24 quilates.

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