“La cocina me cambió la vida” comienza diciendo María Liz Ocampos, ganadora de la primera temporada de Masterchef Paraguay. Su viaje en el mundo culinario no solo le trajo el reconocimiento y la fama, sino que también transformó su perspectiva sobre la comida y la vida misma. Desde sus primeros pasos en la cocina hasta alcanzar la victoria en uno de los concursos más prestigiosos, la historia de María Liz es un testimonio de pasión, dedicación y superación personal.
La chef menciona que su amor por la cocina se inició desde muy pequeña. “Amaba ver cocinar a mi mamá, ella era la cocinera de la casa, la que nos mimaba con sus comidas, eran muy ricas muy a pesar de las limitaciones”, comentó.
Cuenta que, a pesar de los escasos recursos, hace 40 años su madre se ingeniaba en la cocina. “Las cosas eran distintas y siempre me preguntaba cómo mi mamá sabía hacer todas esas cosas. Hacía cosas dulces, saladas, y me preguntaba cómo aprendió todo eso. Era muy llamativo para mí”, recordó.
Una inspiración
Una anécdota que recuerda y que le dejó con secuelas físicas ocurrió cuando tenía cinco años. “Perdí parte del dedo índice de la mano derecha porque estaba muy curiosa. Cuando mi mamá daba vuelta un molino de carnes, metí el dedo allí”, contó.
Ese incidente marcó un antes y un después en su relación con la cocina, pero su madre continuó siendo una fuente constante de inspiración.
Otro recuerdo significativo de su infancia es que todos los viernes acudía, junto a su madre, a la casa de su abuela materna para preparar y vender empanadas. “Es un recuerdo fijo que tengo de la infancia. Mi abuela preparaba unas deliciosas empanadas. Preparaba cosas tan ricas que siguen siendo un pilar fundamental”, rememoró.
Para María Liz, tener capacitación gastronómica no es suficiente si no se tiene esa pasión que, según ella, tenía la gente de antaño cuando preparaban las delicias.
“La formación técnica es importante, pero sin esa chispa y amor por la cocina, no se puede llegar muy lejos”.
Este sentimiento profundo por la cocina, que heredó de su madre y su abuela, fue el motor detrás de su éxito y dedicación en el mundo culinario.
“Espero llegar a ese ‘po he’ de la gente de antes. El po he nos transmite algo”, mencionó la cocinera.
Campeona
María Liz tiene Licenciatura en Enfermería, tiene un curso técnico superior de laboratorio clínico, cuyo cargo ejerció por 14 años de su vida en un laboratorio privado.
“Siempre experimentaba en la cocina, hasta que llegó la oportunidad y por insistencia de mis compañeros de trabajo me postulé al reality para participar en Masterchef”, comentó.
El concurso cambió totalmente su vida, el deseo de María Liz era solo ingresar al casting. “Lo único que quería era ganar la cuchara, me consideraba campeona con la cuchara, entre los 50 participantes”.
“Lo que no quería era ser la primera eliminada. Cuando quedé entre los 10 todo era increíble, luego quedé entre los cinco y después entre tres. Obviamente que había una leve esperanza de ganar y eso hizo un cambio totalmente de mi vida” continuó.
Actualmente, María Liz se dedica de lleno a la gastronomía, gracias a Masterchef tuvo la posibilidad de trabajar con marcas. Además, es referente y profesora de una escuela móvil que se dedica a viajar por varios puntos del país para capacitar a las personas interesadas en gastronomía.
“Es un aporte el poder brindar recetas sencillas que puedan ser replicables pero también rentables a la gente que puedan emprender desde sus hogares”.
Satisfacción
Todos los lunes, con el diario Última Hora llegan los fascículos coleccionables denominados Las dulces tentaciones, de María Liz, ganadora de MasterChef Paraguay en 2018. Los fascículos exponen sus mejores recetas de postres para romper la dieta sin culpas.
La elaboración de los materiales se encargó totalmente ella, desde las recetas hasta las fotografías. “Es a base de prueba y error, son recetas que ya las hice un montón de veces, yo lo escribo, también elaboro”, enfatizó.
La intención de María Liz era lanzar un libro con el nombre Para enamorarte. Pero con el lanzamiento del fascículo explica que sigue teniendo el mismo concepto porque es para enamorar a las personas con algo dulce.
Cuando le llegó la propuesta de presentar el fascículo tuvo una gran satisfacción.
“Dije: ‘ya completé’. Una persona en su vida tiene que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Bueno, con este desafío ya tengo plantado el árbol, tengo un hijo maravilloso de cuatro años a quien amo y me desvivo por él y ahora están los fascículos, ahora viene el desafío que el árbol dé sus frutos, que mi hijo crezca con valores bien cimentados y que la gente se prenda a los fascículos porque cada material está hecho con mucho cariño”, concluyó.
