No se puede decir que la persona que fue electa como intendente de Asunción hace un año sea inexperta. Óscar Nenecho Rodríguez fue electo concejal municipal de Asunción en el año 2015, siendo candidato por el Partido Colorado. Después de eso, y durante dos años, entre 2018 y 2019, fue presidente de la Junta Municipal y, cuando el intendente Mario Ferreiro renunció al cargo, asumió como lord mayor de la capital hasta que, a su vez, renunció para volver a presentar su candidatura. Esto significa que ya debería conocer la institución y su problemática. Tampoco se puede justificar su mala gestión como errores de juventud; para ser electo un candidato debe tener más de 25 años, y Nenecho ya tiene 41.
Ninguna lógica ni ningún análisis alcanzan para intentar desentrañar las motivaciones de una persona, un funcionario público electo por el voto popular y que ocupa una de las más altas funciones como es la Intendencia de Asunción, nada menos que la capital del país. Cómo es posible que la persona que está a cargo de la administración del municipio más grande y más complejo del país crea que es razonable desafiar a una pelea “mano a mano” a un internauta que lo criticó por su gestión. Los asuncenos, los paraguayos y paraguayas en general pasaron del estupor a la vergüenza. Se reportan también numerosas quejas de usuarios de las redes sociales que también han recibido ataques del intendente cada vez que este fue criticado por su gestión.
Mientras tanto, la ciudad acumula problemas y padecimientos. La basura se amontona en las calles debido a un muy irregular e ineficiente servicio, las calles en mal estado, una ciudad peligrosa debido a su escasa cobertura de desagüe pluvial, con caos y desorden en el tráfico vehicular.
Los ciudadanos contemplan impotentes cómo se va degradando día a día la capital, cómo se dejan derrumbar los últimos restos de nuestro rico patrimonio arquitectónico, que son inmediatamente reemplazados por estaciones de servicio que crecen sin control por toda la ciudad. Asunción se ha convertido en territorio de estaciones de servicio, un fenómeno llamativo si se tiene en cuenta la crisis del combustible por la guerra en Ucrania.
Los asuncenos y quienes transitan por su territorio saben que hay un gran déficit de espacios verdes, espacios recreativos públicos para las familias. Saben de la carencia de plazas y parques, de lugares de encuentro que toda ciudad necesita para que sus habitantes construyan lazos. Ante ello, no se busca potenciar estos espacios necesarios ni se recuperan los predios municipales ocupados desde hace décadas por seccionales coloradas. Y un detalle no menor, Asunción es una ciudad que no tiene una sola calle peatonal.
Con apenas un año de gestión de sus autoridades, la capital se encuentra como un barco a la deriva. Es hora de que sus autoridades, tanto el Ejecutivo como la Junta Municipal, asuman que nos encontramos en una situación de emergencia y, por tanto, se debe gestionar acorde con la situación. Ya no se pueden aceptar bacheos, discursos y promesas. Esos parches ya no funcionan. Urge que las autoridades electas y a quienes los asuncenos sustentan con el pago de sus impuestos cumplan con sus responsabilidades. La gente reclama y merece calidad de vida, no un folclórico moquete.
La capital del país ha conocido tiempos mejores. Alguna vez fue digna musa de poetas que alabaron sus naranjos y sus flores. Hoy la ciudadanía observa impotente su proceso de degradación, ve morir su centro histórico y contempla con estupor los planes para subastar territorio de la Costanera de Asunción, mientras un funcionario insensato e incompetente no cumple con sus compromisos y avergüenza a todo un país.