En la misiva, dirigida a su madre, el escritor se muestra preocupado por su hijo, Alleyne Kingsley Doyle (1892-1918), que entonces luchaba en la I Guerra Mundial.
“No tengo miedo a la muerte del niño. Desde que me convertí en un espiritualista convencido, la muerte se convirtió más bien en una cosa innecesaria, pero temo enormemente el dolor y la mutilación”, recoge su misiva.
Kingsley, el menor de los dos hijos del prolífico Arthur Conan Doyle, sobrevivió al combate en el frente pero falleció a causa de una neumonía de la que se contagió durante sus años de campaña.
Doyle, autor de más de sesenta obras del famoso detective, estudió medicina, fue político aficionado, viajero y era conocido por su defensa del espiritismo, doctrina que consiste en la creencia de que se puede hablar con los espíritus de los muertos a través de un médium.
La carta forma parte de la exposición “La guerra duradera”, que permanecerá abierta hasta el 12 de octubre y que presenta una selección de material de la I Guerra Mundial procedente de la colección de la biblioteca nacional del Reino Unido, una de las mayores del mundo.
Entre las obras también se exhiben manuscritos de poetas de la guerra, revistas creadas por las tropas y tejidos que usaron en la retaguardia.