Cada vez que vemos un lugar limpio, hermoso, bien cuidado, con moderna infraestructura de desarrollo y a la vez amigable con el medioambiente, el comentario que generalmente brota es: “Esto no parece Paraguay”.
En realidad, esta visión encierra mucho escepticismo y pesimismo con respecto a lo que podemos lograr los habitantes de este país. El comentario debería ser: “Esto sí se parece al Paraguay en el que deseamos vivir”.
Desde que nos hicimos pobladores de Atyrá, en esta verde y encantadora comarca del Departamento de Cordillera, hace poco más de un año, no dejamos de admirar nuestro entorno.
No solamente por sus calles limpias, llenas de plantas y flores, por su bella ciclovía y sus paseos peatonales, por su cuidado entorno turístico, por sus ferias artesanales, por su eficaz sistema de recolección de residuos con opciones de reciclaje y su programa de tratamiento, sino también por la cultura cívica adquirida como un legado de aquel intendente municipal pionero y visionario de los años 90, el recordado don Feliciano Martínez.
En estos días de elecciones municipales, un amigo atyreño me desafió: “Si encontrás un solo afiche, pinturas en murallas o pasacalles de propaganda política electoral en las calles de Atyrá, yo te pago el asado”. Ante tan tentadora oferta gastronómica, emprendimos una expedición de búsqueda por la ciudad. Efectivamente, no hallamos un solo afiche pegado a las columnas del alumbrado público, no hallamos paredes ni murallas con toscas leyendas de vote por fulano o fulana, no hallamos banderas de tela extendidas en la vía pública, más que las que invitaban a alguna actividad cultural juvenil. Perdimos el asado.
“Esa es una tradición que mantenemos desde la época de don Feliciano. Aquí no ensuciamos las calles con propaganda política, sino que hacemos la campaña recorriendo casa por casa, hablando con los vecinos. Como nos conocemos todos, la gente sabe la trayectoria de cada candidato”, me explicó Juan Carlos Matto, el actual intendente de la ciudad.
Matto es un personaje singular. Talabartero de oficio, es común verlo en las calles trabajando codo a codo con los obreros, barriendo las veredas, tal como lo hacía don Feliciano. Ha decidido no optar por el rekutu en estas elecciones. “Ya cumplí mi ciclo, voy a seguir trabajando en la artesanía en cuero”, asegura.
Cuando supo que estábamos instalando la primera biblioteca callejera en todo el distrito de Atyrá, Matto vino a la inauguración en nuestro espacio cultural Ñe’e Raity. Habló con la gente, se interiorizó de nuestras demandas y para el sábado siguiente organizó una minga ambiental, movilizando por igual a vecinos y trabajadores municipales, quienes acudían sin exigir pagos excepcionales en un día feriado. El intendente tiene sus detractores y adversarios, pero no deja de ser una rara avis en el deteriorado ámbito político nacional.
Lo mejor de Atyrá es que se ha convertido en un buen ejemplo. Otras comunidades de Cordillera, como Santa Elena, Isla Pucú, Piribebuy, siguen la misma senda de parecerse a ese otro Paraguay que nos merecemos, mejorando incluso al modelo original en varios aspectos. No es poco, en esta época de tantos desencantos.