El 4 de mayo de 1954, un grupo comando de las Fuerzas Armadas paraguayas atacó el Cuartel de la Policía, en Asunción, ocasionando la muerte del dirigente colorado Roberto L. Petit y el derrocamiento del presidente de la República, Federico Chaves. El jefe militar de aquel golpe de Estado fue el general Alfredo Stroessner, quien luego se aferró al cargo por 35 años, en lo que fue la más prolongada y oprobiosa dictadura que conoció el Paraguay. Ese régimen, sostenido por la famosa trilogía Gobierno, Fuerzas Armas, Partido Colorado, cayó por un golpe de Estado en la noche del 2 de febrero de 1989, un golpe militar que también incluyó un ataque al Cuartel de Policía.
La presión internacional logró que aquella asonada militar cumpliera con el compromiso de instaurar un periodo de democracia para comenzar a superar décadas de un régimen que cercenó libertades básicas y derechos humanos elementales.
Recordemos que, de acuerdo con el informe de la Comisión de Verdad y Justicia, durante los 35 años del stronismo fueron detenidas 19.862 personas, 18.772 fueron torturadas, 236 menores fueron privados de libertad, 17 niños nacieron en prisión, 20.814 se convirtieron en exiliados políticos, se reportaron 459 desapariciones forzadas y hubo un total de 128.076 víctimas directas e indirectas.
Hoy, la democracia cumple 35 años y no solo se iguala en tiempo a lo que duró la dictadura, sino que es digno de celebrar un hecho que ha sido señalado por los estudiosos como la temporada más extensa que el Paraguay vive con libertad y democracia.
Como evaluación de estas más de tres décadas no se puede ignorar que hubo avances importantes en cuanto al reconocimiento de derechos civiles y políticos, y se debe valorar la vigencia de libertades de expresión o de reunión, inexistentes durante la dictadura stronista.
Cambiaron las normas jurídicas, una nueva Constitución incluyó una serie de derechos sociales que nunca antes se habían tenido en cuenta es –sin duda– uno de los grandes logros. Lamentablemente, no se pudo cambiar la realidad de la vida política. En estos 35 años resalta el déficit de cultura política, sin la cual la democracia siempre se ve incompleta. Y aquí radica probablemente la mayor derrota de los 35 años, pues para cambiar la cultura política la apuesta debía estar fundamentalmente en la educación, puesto que solo a través de la educación se podían asentar e internalizar definitivamente los valores democráticos.
El saldo, puede parecer negativo: El Paraguay es un país que, de acuerdo con el informe Latinobarómetro, es el país con actitudes más autoritarias de toda la región; a nivel político sigue gobernado desde hace 77 años por el mismo partido político, la ANR. También se debe reconocer que vivimos una situación de atraso en cuestiones fundamentales como el derecho al acceso a una salud y educación públicas de calidad, así como las dificultades de acceso al empleo digno, beneficios sociales y servicios públicos eficientes.
Sin embargo, a pesar de estos déficits, siempre es mejor vivir en una “democracia defectuosa”, como nos han denominado a vivir en una dictadura despiadada que violó los derechos humanos de los paraguayos, torturó, asesinó, desapareció y exilió a miles de compatriotas, que no reconocía derechos ni libertades.
La clase política tiene una deuda, por ende, ha sido cómplice de nuestra falta de memoria, y recordemos que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Por eso, debemos insistir en celebrar el aniversario del inicio de nuestra democracia y ratificar el compromiso ciudadano con la democracia, la justicia, la igualdad y el Estado de derecho.