22 dic. 2024

Una doctrina colorada del éxito y el triunfo

Éxito y triunfo son dos palabras clave en el evangelio colorado-cartista. El autoritarismo propio heredado del stronismo, Horacio Cartes y su prole le han agregado una sofisticada careta de positividad corporativa a prueba de balas

Si bien Alfredo Stroessner y secuaces eran afectos a la caradurez sistémica y colectiva, no llegaron a desarrollar este componente empresarial del discurso y la imagen colorados, su faceta neoliberal. El barón de Itaipú, Juan Carlos Wasmosy, introductor del régimen neoliberal en el Paraguay hace 30 años, intentó siquiera lo que Cartes hizo en una década: Convertir al Partido Colorado en una máquina ideológica empresarial. Es la misma concepción mercantil y propagandística que este hombre tiene del fútbol y, en esto nos atañe a todos obviamente, del Estado paraguayo. Porque él es un exitoso empresario, triunfante en la política.

Cuatro meses después de iniciado el gobierno de Santiago Peña, por fin este pudo celebrar un “éxito” con alguien que esté más allá del pequeño círculo gubernamental que empuja, a base de apresuradas mayorías sin discusión en el Congreso, la agenda particular del Patrón y los suyos. Una ciudadanía huérfana de seguridad de todo tipo, una oposición crítica con otras iniciativas del Ejecutivo, saludó con desconcertante consenso el Operativo Veneratio llevado a cabo en Tacumbú por fuerzas policiales y militares que dejó 12 muertos, con escenas de fúnebre violencia a la manera de la película Carandiru, que cuenta la masacre de presos de una cárcel paulista en 1992.

Este es el tipo de éxito con anuencia política y social a que, por ahora, puede aspirar Peña: Muertos deseables en una sociedad sedienta de justicia y, a la vez, de sangre. Un éxito, dicho no tan de paso, que muy seguramente no solucionará ningún problema en el ámbito del narcotráfico, pero que sí despeja un poco de enemigos a la facción brasiguaya del PCC, encargada de traficar los cigarrillos que Cartes vende “de buena fe” a todo el continente.

Como ejemplo de “triunfo” de un paraguayo del interior del país se presentó esta semana, tácitamente, el filósofo cartista de Coronel Oviedo y presidente del Congreso Nacional, Silvio Ovelar. Esto luego de denigrar a docentes campesinos, justificar el clasismo educativo y, detalle no menor, confirmar con la contratación de su hijo de 20 años en el Parlamento el profundo adagio de Cartes: “El dirigente que no hace tráfico de influencias no es un dirigente político”.

Luego de la batahola de críticas recibidas, Ovelar, como todo filósofo que se precia, se declaró malentendido: “Mi intención era demostrar que los que vienen del interior vienen a triunfar en el sector público y eso no se interpretó”, argumentó, acaso sospechando una influencia de la educación pública en sus críticos incomprensivos, además de pensar seguramente en el mismo como ejemplo de hombre que vino a “triunfar en el sector público”... a base de la venta de cédulas: El colorado promedio, y el cartista en particular, algo siempre te vende con una mano, mientras con la otra te roba.

Capaz la muestra más acabada del “éxito” y el “triunfo” colorados sea Alejandro Ovelar, el hijo del filósofo. Indagado por la reportera Fiona Aquino, de ABC Color, acerca de si fue contratado solo por el visto bueno de su padre, el joven demostró cuán “brillante” y superior al resto es por haber estudiado en un “colegio top”. En un castellano seudo gramatical al que este cronista le agregó signos de puntuación, respondió: “No, realmente no. Y desisto con eso (sic). Con total claridad luego (sic). Me encargué de poder cumplir, si bien con fineza claramente, porque mi padre tiene una función (sic), la cual preside hoy en día; no puedo yo encargarme de poder enajenarme (sic) a no comentar ciertas acciones que cometa, así también como mi formación académica, la cual estoy conscientemente que actualmente forma parte del cuarto año de mi carrera; y no solamente eso, sino que cumplo funciones no solamente académicas, sino también gremiales”.

De tal padre, tal hijo: hablan, pero no dicen nada.

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