05 may. 2025

Una dupla marcó a fuego

Quien escribe estas líneas vivió su niñez a la orilla del río Paraguay, en la lejana Alberdi, en una humilde familia en la que la radio era una compañía infaltable por el amor de mis padres al fútbol.

Las programaciones favoritas eran las transmisiones deportivas y una dupla considerada perfecta era la elegida en el dial: Deporte Total, por Radio Primero de Marzo. Carlos Alberto Gómez y Don Julio del Puerto lideraban las transmisiones haciendo un dúo que conquistaba a la audiencia, uno en los relatos y el otro en los comentarios. Esas voces siempre han calado hondo en la mente y el corazón de ese pequeño oyente en aquella época, en la década de los 70.

Lo que nadie se imaginaba sería la gran influencia que ejercería esa dupla.

Las transmisiones domingueras tradicionales eran ineludibles. Pegado siempre al receptor a pilas –eligiéndolo por encima de algún juego infantil– nos aprendíamos de memoria los once titulares de cada uno de los equipos, que en aquella época eran fáciles de retener, porque los técnicos cambiaban muy poco las formaciones.

Así fuimos repitiendo (como lorito) lo escuchado en el éter y remedando al relator de hermoso canto. Tanta fue la influencia de ese poderoso equipo que de adolescente esa pasión siguió latente; no queríamos ser futbolista, queríamos ser relator de fútbol, o sea, queríamos ser como Carlos Alberto. Hasta que en 1987 esa pasión sufrió un durísimo revés con la tempranera y sorpresiva partida de Carlos. Algo se rompió. Pero la vida continuó y esa semilla que Carlos y Don Julio habían plantado en ese mita’i se transformó en una pasión por el relato y el periodismo deportivo hasta el punto de tomarlo como una profesión, siendo mi forma de sustento desde hace casi 30 años en una muestra de la enorme penetración de la radio.

Lejos quedan aquellas frases como “cada gol forma parte de la historia del superclásico” de Carlos o “lo ejecutó con pasmosa tranquilidad” de Don Julio, pero sin embargo continúan sonando en la mente, en el corazón y allí perdurarán por siempre, porque la pasión nunca muere. Resta solo decir muchas gracias Carlos Alberto, gracias Don Julio, porque con su arte llegaron a influir, no solo en aquel niño que los escuchaba en la ribera del río, sino también en este hombre agradecido que hoy abraza orgullosamente su misma profesión. Y eso es demasiado. QEPD Don Julio.