15 oct. 2024

Una gran canción pop: Punto

A mis amigos más cercanos y a mí, en preferencias musicales todos originalmente oriundos del rock, nos gusta Dua Lipa. Digo, para ser directo: Nos gusta física, corporal, estéticamente es una hermosa mujer la cantante de “Levitating”. Pero solo a un par de nosotros también nos gusta su música. Excepto a X y a mí, en realidad, a nadie de entre nosotros le gusta realmente el pop, es decir, el mainstream por naturaleza y sin rubores.

Del nuevo disco de Lipa, Radical Optimism (2024), el tema que más me atrapó a la primera escucha es Training Season. Me resulta tentador decir unas cuestiones sobre esta canción y sobre el pop. Desde ese atacante punteo inicial de unas, ¿cuerdas digitales? (que recuerdan a las pulsadas del pizzicato clásico, típicamente relacionado con los pasos humanos), pasando por el pegadizo sincopado de su estribillo que bien esconde en sus entrañas (y sus arreglos) un tango fugitivo, hasta la voz ligeramente en falsete del coro, esto es pop en estado puro: Una pura esponja de géneros que van del centro a la periferia, y viceversa, en tres minutos y medio.

Pienso por ejemplo ahora en esa monotonía deseosa que es Can’t Get You out of My Head, de Kylie Minogue. Soy un fan de esta canción. Hace no mucho encontré, sorpresivamente, que también lo es el crítico musical inglés Paul Morley, quien en Words and Music: A History of Pop in the Shape of a City (2003) fundamenta su análisis del pop en este tune de 2001 (y en I am sitting in a room de Alvin Lucier, de 1969). Can’t Get You out of My Head tiene igual motivo que Training Season: El amoroso melodrama bifronte del corazón y la cabeza. Pero donde la australiana adoptaba, hace más de dos décadas, una parca economía lírica, la británica de orígenes albanokosovares es hoy profusa. Minogue sería entonces una punk sintética; Lipa, una verborrágica dylaniana. Paradoja cíclica del género de los géneros del capitalismo de la cultura: Comerse vorazmente a sus hijos rebeldes, como Cronos.

(Personalmente, aunque cualquiera pueda llevarlo hasta donde quiera, llevo los orígenes sonoros del pop estrictamente al cine. Por ejemplo, la secuencia final de la película documental británica Night Mail (1936), sobre el tren que recogía, clasificaba y entregaba el correo durante viajes nocturnos de Londres a Glasgow, donde el poeta W. H. Auden aporta letra y Benjamín Britten, música: Precursoras ambas de una potencia visual rapera, con vientos y cuerdas clásicas, con “cartas para los ricos, cartas para los pobres/ el almacén de la esquina, la chica de al lado”).

Aunque Training Season encarna la garrulería del ego; y Can’t Get You out of My Head, su distendida parquedad, ambas son hijas de la cultura de masas y de la posmodernidad, de las máquinas deseantes del capitalismo orgánico que dijo Gilles Deleuze (1972), de la viralidad de redes de las máquinas célibes que dijo Jean Baudrillard (1990), del milenario truco maquínico del arte-entretenimiento occidental que dijo Sianne Ngai (2020).

El videoclip de Training season tiene algo de un precursor del pop en el siglo XIX: Charles Baudelaire. Más específicamente del Baudelaire de “Los ojos de los pobres”. Lipa es aquí “el más bello ejemplo de impermeabilidad femenina que cabe encontrar”. Como en el citado poema en prosa, está detrás de un cristal, indiferente a los “ojos de los pobres” (fans) que la miran desde el otro lado con inocultable lascivia.

Por eso mismo me gusta Dua Lipa. Doblemente, porque no hay dobleces en ella sino la doblez propia del pop: corporalmente musical y emocional. En su asumido cielo superficial suenan los ecos ya insondables del pasado, en un futuro también y como en una cartografía del deseo que puede reducir el mundo a una cáscara de nuez de un algorítmico Hamlet.

Como dice Morley sobre la canción de Minogue, válido precursoramente también para la de Lipa: Training season deja “de ser una calculada representación de una gran canción pop, para convertirse en una gran canción pop. Punto”.

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