25 abr. 2025

Una imagen y una canción que conviven en el alma de Caacupé

ARRAIGO. Virgencita de Caacupé aún emociona a los feligreses durante las festividades centrales.
FUERZA. La fe hacia la Virgen se mantiene vigente y se transmite de generación en generación.

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Figura. Caacupé alberga la imagen de la Virgen desde hace siglos, impulsando la fe en sus seguidores.

JOSÉ BOGADO

En medio de las actividades por la festividad mariana, sigue resonando una de las canciones más populares y con más arraigo dentro del alma de los feligreses. Se trata de Virgencita de Caacupé, escrita por Federico Riera, compositor nacido en Asunción, el 9 de agosto de 1890, y que falleció en Buenos Aires, el 31 de julio de 1976.

Dicha canción es una de las grabaciones más importantes hasta ahora, en palabras del historiador caacupeño Artemio Ruiz. Fue popularizada por medio de la grabación de Los Tres Sudamericanos, grupo formado en 1959 y que obtuvo un contrato por parte de la CBS Argentina que les permitió recorrer ciudades de Europa y dar a conocer la música paraguaya.

La canción habla de la peregrinación que realizan los fieles hasta el Santuario de Caacupé, así como también las plegarias que se le entregan. Está estrechamente ligada a una leyenda que cuenta que alguna vez quisieron robar la imagen y trasladarla a otro lugar. “Un día quisieron llevarte muy lejos / Pero en un milagro dijiste “tove” / Desde entonces ciego, creyente y sincero / Tu pueblito humilde/ Virgencita Santa / se postró a tus pies”.

El historiador subraya que fueron los miembros de Los Tres Sudamericanos, Alma María Vaesken, Johnny Torales y Casto Darío Martínez, quienes promocionaron a Caacupé y a la Virgen en todo el mundo.

La canción, que fue el “estandarte del primer disco” de Los Tres Sudamericanos, en palabras del fallecido Casto Darío, también fue grabada por numerosos artistas, como Alberto de Luque y sus Amigos, Vicky Codas, Perla, Óscar Pérez y su conjunto, Reinaldo Gómez, con el trío Los Paranás, Ramona Galarza, Betty Figueredo, y el arpista Ismael Ledesma, entre otros.

“Virgencita de Caacupé, una canción hecha realmente con conocimiento y con lo que realmente representa la Virgen de Caacupé para el pueblo paraguayo”, resalta Ruiz, destacando la emoción que provoca seguir oyendo en nuestros días la interpretación de Los Tres Sudamericanos.

ORÍGENES

La gran festividad de la Virgen de Caacupé tiene su origen en el siglo XVII, cuando un carpintero indígena llamado José trajo una imagen de la Virgen de los Milagros de Caacupé a la zona que será conocida más tarde (alrededor del año 1765 en adelante) como Valle de Caacupé.

En 1770 se erigen los cimientos del primer santuario dedicado a la Virgen, establecido por el gobernador Carlos Murphy (en un terreno proveído por Juana Curtido de Gracia), con el objetivo de reconocer a la ciudad como lugar de peregrinaciones y centro religioso. Se trata del Santuario que congrega a los seguidores de la Virgen cada año y que fue reconstruido numerosas veces hasta 1945.

“Los inicios importantes de la festividad de Caacupé se dan ya en la época de Don Carlos Antonio López, porque la familia de Don Carlos era devota de la Virgen; entonces ellos comenzaron a promocionar esta fiesta patronal”, asegura el historiador Artemio Ruiz. Efectivamente, el 7 de octubre de 1848, López le da independencia a la ciudad con sus propias autoridades y jurisdicción.

“Cuando se instaló el municipio de Caacupé en el año 1884, ya las mismas autoridades municipales apoyaban a los curas de la época para ir dándole mucha fuerza a esta festividad. Ya se organizaban, por ejemplo, los encuentros del pueblo en las proximidades de la fiesta patronal. Y en el mismo pueblo se preparaban, por ejemplo, la pólvora y compañía para la explosión de bombas”, cuenta Ruiz, quien prosigue con la historia adelantándose a finales del siglo XIX, época en que empiezan a llegar los peregrinantes.

“Las familias asuncenas iban a pasar sus vacaciones en Caacupé. Y ellos mismos formaban, por ejemplo, el coro, ya en esa época había muy hermosos coros con intérpretes de Asunción y también que formaban los coros pertinentes para darle gran animación a la fiesta patronal”.

El historiador detalla que los regalos para la Virgen consistían en animales domésticos y hasta joyas, incluso oro. Para llevar todo esto, los primeros peregrinantes debieron convivir con todo tipo de dificultades en el transporte y el alojamiento.

Se agotaban los pasajes en los días previos a la reunión central, se ofertaban a precios especiales. Incluso había personas que subían por encima de los trenes para llegar a su destino. “La convocatoria de la Virgen siempre llamó la atención”, resalta el historiador, recordando que las familias daban espacio a los peregrinantes en sus casas y que algunos optaban por dormir en las calles o en plazas.

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La comunidad caacupeña realmente se aboca a una atención deferente para los peregrinos. Pedro Artemio Ruiz, historiador.