Este es el claro ejemplo que nos demuestra Blanca Díaz, mamá de Violeta, la adolescente que quedó en estado vegetativo tras ser medicada con dipirona y ondansetron debido a unas náuseas y cólicos menstruales que la aquejaban.
Sueños truncados
Hace cuatro años, Violeta acudió al Hospital San Pablo por unos cólicos menstruales que le producían mucho dolor. Los doctores le aplicaron en el brazo dipirona y ondansetron, sufrió un paro cardiorrespiratorio y quedó con parálisis cerebral severa.
“Lo ocurrido con mi hija truncó muchos proyectos, especialmente los de Violeta, una niña hermosa, llena de vida y con un gran futuro”, dice apenada la madre.
Blanca es docente y tuvo que dejar de lado todos sus proyectos para abocarse de pleno a la salud y el cuidado de su hija.
“Soy profesora de Escolar Básica Técnica y Media, ya no puedo desempeñar ningún cargo en estos momentos, lastimosamente. Aparte de ser madre tuve que ser esposa e hija también, hasta hoy día cuido de mi padre de 93 años, paciente con marcapasos. Me considero una mujer muy activa”, relata.
Violeta pasó tres meses en terapia intensiva y desde entonces quedó con una parálisis cerebral severa, a consecuencia de la medicación aplicada. Tras ese episodio traumático el estado de salud mental de la madre también fue en decadencia.
“Sufro de trastorno de pánico y ansiedad, descanso poco, por lo que estoy siguiendo tratamiento sicológico y realizo actividades físicas como la zumba, amo hacer para luego enfrentar nuevamente mi vida cotidiana con Violeta”, cuenta la abnegada madre.
Todo es posible
Para esta madre no existe imposible. Ella se encarga de llevar a su hija a fisioterapia y se ocupa de cargarla todos los días en sus brazos. “Para mí no debe existir la palabra cansancio ni dolor”, dice, y agrega: “Cada día me mentalizo que debo ser fuerte, hermosa y radiante para mi hija, para poder sacarla adelante”, dice con orgullo.
Cuenta que Violeta es su inspiración para vivir y seguirá siempre en pie en esta lucha que le toca vivir a diario.
“Como madre y como mujer fui totalmente abatida por el dolor que hasta hoy día aguanta mi corazón”.
Violeta era una niña saludable, que amaba la danza y el colegio, ingresó caminando al Hospital San Pablo para consultar por unos cólicos menstruales y quedó postrada en la cama para siempre, dependiente de costosos medicamentos para apenas existir.
Este año la joven de 17 años debía terminar sus estudios secundarios. “La llevé con sus compañeros para celebrar su UPD (último primer día). No sé cómo pude aguantar, duele tanto todo esto”, cuestiona la mujer.
Esperanzas
La condición médica de Violeta es irreversible. No habla, no se mueve, ni emite señales. Pese a todo el diagnóstico, Blanca no pierde las esperanzas de que su hija vuelva a levantarse. “La ciencia puede dar un diagnóstico, pero para Dios nada es imposible”, relata.
Es por ello que la madre continúa luchando junto al plantel del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social para que no le falte la rehabilitación física y neurocognitiva a su hija, ya que Violeta es la primera niña que lleva un dispositivo llamado bomba de baclofeno, que aquí en Paraguay no se conoce.
“Este dispositivo va bajo piel y el catéter va a la médula y ahí dispara un medicamento llamado baclofeno, que no hay aquí en el país. Ese medicamento hace que Violeta no sufra dolor y pueda realizar su fisioterapia”, menciona.
Relata que logra sobrellevar esta situación con amor, sabiduría y paciencia.
“Realmente mi vida y la de Violeta cambiaron por completo, pero doy gracias a Dios y a quienes escucharon mi voz y mi grito de auxilio y están con nosotros. Verla sonreír a Violeta es ver más allá, que solo Dios puede darnos el milagro de la vida”, recalca.
Los gastos mensuales que lleva la condición de Violeta superan los G. 5.000.000. La mamá no tiene la posibilidad de trabajar, por lo que apela a la solidaridad de las personas. La joven necesita pañales para adultos, talco, toallitas húmedas, desodorantes, entre otros artículos.
Para comunicarse con Blanca, escribir al número (0994) 959-981.