Shirley Diana Ramírez Ortiz tiene 19 años. Lleva 10 años burlando los estereotipos y haciendo “cosas de hombres”. Desde los 9 años tiene las manos sucias de aceite y la seguridad de que puede armar y desarmar cualquier motor que lo requiera.
En la compañía Piquete Cué, de la ciudad de Limpio, en el patio de su casa, se encuentra el taller de su padre y mentor, don Emilio Eliceo Ramírez Álvarez, quien confió en la niña que comenzó jugando con sus herramientas y hoy se convirtió en una gran mecánica.
Diana es parte de una familia numerosa. Tiene 13 hermanos, cinco mujeres y ocho varones, pero ella es la única mujer que hasta ahora decidió seguir los pasos de su padre.
Mientras reparaba un automóvil Volkswagen tipo Polo, motor 1600, y realizaba la puesta en punto de orden del arranque, recordó los tiempos en que comenzó este baile entre pesados hierros y repuestos.
“Mi mamá me retaba porque ensuciaba mucho la ropa”, contó con picardía la adolescente, antes de reflexionar sobre el motivo por el que, al final, doña Ricarda Ramona Ortiz Martínez, con sabiduría, brindó a su hija el apoyo para emprender el camino hacia su sueño.
“Muchas mujeres no pueden trabajar ni estudiar, entonces mi mamá lo entendió y me apoyó”, dijo.
Pero don Emilio también contribuyó al deseo de su hija, que no quería “entrar a la casa” y le valió alguna que otra discusión con su esposa.
“Cuando ella empezó conmigo, le gustaba la parte mecánica, y yo le decía ‘es un poco difícil y pesado’, porque muchas veces se dice que este oficio es solo para hombres”, rememoró.
“Entonces yo le dije: ‘Si te animás, te voy a impulsar y te voy a dar los conocimientos’. Nunca le gustó hacer cosas con su madre, cosas del hogar, siempre en el taller”, agregó.
Él sabe que su hija no tiene límites y, muy orgulloso, la mira trabajar y crecer con enorme pasión.
La joven mecánica de Limpio aprendió todo de su padre, quien nunca le dijo que los autos “no son para las niñas”. A los 12 años, Diana ya se encargaba de comprar los repuestos y ahora asegura que no hay vehículo que no pueda reparar.
“Los clientes ya me conocen, vienen junto a mí, me pasan la mano y me dan un poco de trabajo, porque muchas veces no hay mucho trabajo. Confían mucho en mí, mi papá también, a mí nomás ya me deja a cargo”, manifestó muy segura.
No le hizo caso a la discriminación
Diana no era la niña que la sociedad espera. No se preocupaba por estar arreglada ni ser fina. Ella sabía quién quería ser y no le importó “ensuciarse” por su sueño.
“Cuando estaba en el colegio recibí muchas críticas, burlas, se reían de mí porque yo estaba sucia, y me decían: ‘Vos no vas a poder porque estas son cosas de hombres y son pesadas’, y yo no les hice caso porque tenía el apoyo de mi familia. Mis hermanos me enseñaron cómo defenderme”, mencionó.
Su siguiente paso
Con sus gruesas botas, Diana recorre el taller de un lado al otro y no se permite tuercas flojas. Revisa en detalle que todo esté en su lugar. Y, en esa rutina, se proyecta una carrera para seguir capacitándose.
Estudió electricidad del automóvil en el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP), donde sorprendió a sus instructores por sus conocimientos en el área.
“Quiero seguir la parte más avanzada, que es inyección electrónica, o incluso electromecánica”, precisó.
Diana sabe que puede, pero, como muchos jóvenes del país, se encuentra ante una primera traba que debe afrontar. “Ojalá pueda tener un trabajo seguro para poder pagar mi cuota”, expresó.
Tanto ella como su padre reconocen que la tecnología del automóvil, cada vez, es más avanzada y que, para ello, debe indefectiblemente seguir estudiando.
“Ella puede llegar mucho más lejos porque es joven, por eso le digo que estudie para que pueda alcanzar lo que anhela”, aconsejó don Emilio.
Sin embargo, luego de conocerse su historia, la Universidad del Cono Sur de las Américas (Ucsa) otorgó a Diana una beca completa para la carrera de Ingeniería Electromecánica, que tiene una duración de cinco años.
La carismática joven comienza sus estudios el 1 de marzo en el turno de la mañana y según comentó, sus padres están muy agradecidos por la oportunidad.
Además de continuar instruyéndose y mantener su taller, Diana se propuso una meta visionaria: comprar un camioncito para trabajar a domicilio, en conocimiento de la realidad del mercado. “Muchas personas me piden, pero no puedo llevar todas mis herramientas”, apuntó.
En consonancia con su inquietud y laboriosidad, la joven limpeña instó a las mujeres que quieran incursionar en la mecánica, a que se animen al gran paso. “No tengan miedo, si les gusta, si uno quiere, puede”, coligió.
Mujeres amantes de los autos que se animaron
Así como Diana, muchas mujeres decidieron estudiar mecánica y optaron por los cursos que se ofrecen en el SNPP, algunas buscando una salida laboral y otras, simplemente, para reparar sus propios vehículos.
“No confío en los mecánicos, yo hago el mantenimiento de mi auto”
María Gabriela Bonifazi Bado tiene 55 años y reside en la ciudad de Luque. Realizó los cursos de Mecánico en mantenimiento de motores diésel y naftero y Mecánico en motor diésel.
“Las que más se beneficiaron (con el curso) fueron mis coronarias, mis nervios, mi corazón, porque si le pasaba algo al vehículo no sabía qué hacer. Le llamaba al mecánico y no me respondía. No sabía si moverme o no, de noche, en zonas peligrosas. Por lo menos ahora escucho algún ruidito y ya identifico el problema”, expresó.
En medio de sus tareas de madre, Gabriela realiza trabajos de jardinería, cocina y cuidado de adultos mayores. Como “el saber no ocupa lugar”, según apuntó, también estudió electricidad domiciliaria.
No decidió aún si abrirá su propio taller, aunque la idea le agrada, sobre todo el área de electricidad del automóvil. Mirando el presente y adelantándose al futuro, quiere instalar un taller de mantenimiento de vehículos eléctricos. “No hay en el país y ahora se vienen los autos eléctricos”, dijo.
Pero su mayor motivación fue la desconfianza hacia algunos mecánicos.
“Estudié porque estaba harta de que me roben los mecánicos, por ser mujer me estafaban. En la calle ya no me asusto, paro, levanto el capó y veo qué problema tiene. No confío en los mecánicos, yo sola hago el mantenimiento de mi auto”, comentó.
“Soy chofer de camiones tráiler y yo hago las verificaciones”
Patricia Elizabeth Aquino Vallejos, de 27 años, vive en la localidad de Villeta y trabaja en Puerto Seguro Fluvial hace un año y seis meses. Se desempeña como chofer de camiones tráiler que transportan contenedores.
Estudió el curso de Mecánico de motores nafteros para tener conocimiento de cómo funcionan los vehículos. Aunque los que conduce funcionan a diésel, decidió empezar con ese módulo para interiorizarse.
“Antes de mover el camión, verifico aceites, fluidos, nivel de agua, y si hay inconvenientes, ya sé qué debo hacer”, explicó.
Patricia, que también maneja tumbas, transporta los contenedores que llegan en barcos al muelle hasta el predio de la empresa, que es un trayecto de dos kilómetros.
“Ya revisé los vehículos de mis amigas”
Miguela Dominga Fleitas tiene 33 años y reside en el distrito de J. Augusto Saldívar. Concluyó el curso de Electricidad del automóvil porque se proyecta tener un taller y una casa de repuestos.
Gracias a lo que hoy sabe de mecánica, tiene la capacidad de detectar los fallos de su vehículo e, incluso, llegó a verificar los autos de sus amigas, según contó. En materia de arranque y alternadores está su fuerte, pero también le interesa la inyección electrónica.
Miguela tiene tres hijos, es ama de casa y además se dedica a la costura. Cuando decidió estudiar mecánica, recibió el apoyo de su marido, que hasta le obsequió las herramientas. La especialidad le brindó mayor independencia.
“No podemos depender de nadie. Muchas veces me quedé en medio de la calle esperando que alguien me ayude, ahora yo entiendo qué es lo que le pasa a mi auto”, destacó.
Otra razón para estudiar fue la discriminación que sintió las veces que llevó a reparar su vehículo a un taller. “Los mecánicos no le explican a una mujer; si le hacés preguntas, no te responden y solo le explican a los hombres. Te dicen que te van a arreglar, pero no te explican por qué cambian la placa, por qué cambian el yodo, te dicen: ‘Le cambié', y nada más”, cuestionó.
“Algunos me dicen que las mujeres no son para el taller”
Rafaela Vicenta Samaniego Villalba, de 37 años, vive en la compañía Posta Gaona, de Itá. Estudió electricidad del automóvil con el fin de ejercer la especialidad más adelante. Actualmente es ama de casa.
“Me hubiese gustado seguir también Mecatrónica, pero por acá cerca no conseguimos el curso”, señaló.
Rafaela está en la búsqueda de un sitio donde practicar y aplicar lo que aprendió. “Algunos dicen que las mujeres no son para el taller, pero yo les digo a las mujeres que lo hagan igual, por qué van a tener miedo, el que persevera, alcanza. Los de antes nomás les hacían caso a los machistas que decían que esto es cosa de hombres y que las mujeres no podemos”, aseveró.
Mujeres en otras áreas consideradas para hombres
Existen otros rubros que son considerados “de hombres” pero cada vez son más ejercidos por mujeres. Áreas como electricidad, refrigeración o construcción son algunas de las disciplinas que ofrece el SNPP y que ya cuentan con cientos de egresadas en todo el país.