Para condecorar a Carlos Federico Abente no alcanza una condecoración. Hacen falta muchas; por la enormidad de su despliegue literario y social, humano y profesional, luchador y solidario. Y ni hablar de su inmensa, tierna, paraguaya humanidad.
¿A quién de los tantos Carlos Federico Abente ponérsela?
¿Al autor de Ñemity, ese himno extraoficial, pero que se canta, como diría Augusto Roa Bastos, desde la médula de la palabra alma, desde el karaku del ayvu original, del canto original y originario, del guyra ñe’e, de la palabra de los pájaros?
¿Al paraguayo de toda una vida de exilio cargando su país para no dejárselo robar, reconstruyendo su valle en la lejanía, aferrándose a la lengua madre, su patria, como dice Mario Rubén Álvarez?
¿Al médico, hipocrático desde la punta de las uñas de los pies hasta la punta de los cabellos, que atendió con generosidad desinteresada a cuando compatriota y vecino rioplatense le pidió una mano?
¿Al doctor del asilo siempre abierto en el exilio en Buenos Aires y sus alrededores de tantos exiliados, paraguayos, uruguayos, argentinos cabecitas negras, bolivianos, chilenos...?
¿Al hospedador de la gran diáspora paraguaya, la del 47, la del 54, la del 59, la de los 60... la diáspora de siempre, la diáspora eterna, que sigue desangrando al país hasta hoy dejando sin patria y sin lengua a tantos compatriotas expatriados, a tantos patriotas sin patria?
¿Al padre de tantas paraguayas y paraguayos sin Paraguay, sin Paraná, sin Chaco, sin Paraguaýpe, sin lapachos y jazmines del cielo?
¿A tantas y a tantos a quienes les robaron sus naranjos y sus naranjas y sus azahares?
¿Al memoriador de quienes fueron secuestrados de su tierra roja para que no la olvidaran?
¿Al luchador contra la moriencia?
¿Al que albergó al paraguayo exiliado que no encontraba la esquina de su barrio ni el perfume de jazmines ni la flor de resedá?
O tal vez hay que dársela al reivindicador del grito, del sapukái del alma como protesta, del sapukái de adentro, del sapukái kirirï, del grito agazapado, esperando y esperando su tiempo, su boca, su aire, su espacio, su país inmenso para que suene grande?
¿O al que nos propone y recuerda cada día que cultivemos nuestros sueños, que los hagamos florecer?
¡Hacen falta muchas medallas para condecorarlo a Carlos Federico Abente! ¡Con una sola no alcanza!
Carlos Federico Abente fue condecorado con la Orden Nacional del Mérito en el Grado de Gran Cruz por el Gobierno Nacional.
Antonio Carmona
Periodista
tonicar@gmail.com