¿Por qué una joven puede llegar a tomar una decisión tan dolorosa y destructiva, para ella y su hijo/a? Por otro lado, las organizaciones que promueven esta destrucción de seres humanos en el vientre materno ¿están entregando toda la información, con transparencia y honestidad, respecto a los efectos de esta práctica en el cuerpo y la mente de la mujer? ¿Acaso puede morir una madre al intentar eliminar a su hijo/a en un hospital legal y seguro como lo establece la ley?
Y a estas habría que agregar otra más extensa y de carácter político, económico e ideológico: ¿Fue justo y razonable que un gobierno progresista, como el de Argentina, en medio de un contexto difícil de luchas por la vida y la salud en todo el mundo, debido a la pandemia del Covid-19, haya invertido tanto esfuerzo y recursos para la aprobación de una peligrosa y cuestionada ley de destrucción legal de seres humanos por nacer?
Son cuestionamientos que muchos, sobre todo, políticos y militantes de izquierda, autodenominados progresistas, así como mujeres integrantes de grupos feministas radicales, entre otros, prefieren evitar y no mirarlos de frente.
Y es así porque, al final de cuentas, se sabe o percibe, con mayor o menor claridad, que allá, en el fondo del dilema, más allá de los discursos, hay razones humanas simples, pero claras y contundentes, en este caso, en defensa del ser humano inocente que en realidad tiene todo el derecho a nacer como cualquier otro.
Y en este punto la cuestión pasa principalmente por una apertura de la mente y la razón, fruto de una educación –siempre necesaria y urgente– que nos permita aceptar la verdad, por más dolorosa o molestosa que sea, antes que aquella idea, ideología o principio que deseamos afirmar o defender, incluso, en muchos casos, sin indagar o profundizar demasiado sobre estos; solo repitiendo penosos y vacíos clichés, con tal de quedar “políticamente correctos” frente a medios de comunicación, entorno social, compañeros, etc. Sin embargo, la verdad choca de frente, es cruda.
El Dr. Luis Durand, médico cirujano argentino, explicó a ACI Prensa que en estos casos como el de la joven no se puede hablar de “mala praxis”, puesto que “el aborto no es una práctica médica”, independientemente de que sea legal o no. “El acto médico siempre debe buscar mejorar la situación de todo aquel sobre quien interviene, aunque circunstancialmente pueda fallar y no lograrlo, pero nunca puede considerarse un acto médico, ‘interrumpir la vida’ de cualquier ser humano en forma intencional o premeditada”, precisó el médico cirujano al medio de prensa, agregando que la medicina no puede promover la violencia. “En el aborto la muerte para el bebé siempre es violenta”, concretó.
Días pasados, me tocó conocer en Asunción a la madre del pequeño Agustín. A los dos meses de gestación los médicos le sugieren que interrumpa su embarazo, porque el niño nacería con problemas de salud. Le dijeron que pensara en sus otros hijos, en el tiempo que pasaría en el hospital, etc. Le daban dos años de vida. Hoy tiene nueve, y a su madre le brillan los ojos cuando habla de él y las circunstancias vividas junto al pequeño, incluyendo las más difíciles y dolorosas. Ahora se ha vuelto “alegría de la casa” dice.
Y ante una mujer así, uno no puede evitar la pregunta; entonces ¿no resulta más justo, sano y humano, para uno y los demás, abrazar la vida, acoger a un pequeño con derecho a nacer? Está claro que sí. Pero para dar el paso en positivo se necesita información científica –y no ideológica–, dejarse acompañar por gente honesta y la fortaleza de espíritu para asumir el riesgo.