Una nueva era se inicia hoy en la vida política nacional con la instalación en funciones del nuevo Parlamento, lo que abre renovadas expectativas acerca del futuro del país para los próximos cinco años. A los parlamentarios que fueron electos en los comicios pasados les llega así el día de empezar a trabajar por el Paraguay y de materializar las muchas promesas que han hecho al electorado durante la campaña.
Se espera mucho de los flamantes legisladores. El inicio de esta nueva era se debe aprovechar para mirar hacia adelante y fijar objetivos que ayuden a mejorar la calidad de vida de todos los paraguayos y extranjeros residentes en el país.
Los nuevos congresistas tienen la oportunidad de revertir la mala imagen que dejó en la ciudadanía el anterior Parlamento, a raíz de una actitud mezquina, que le llevó a legislar a espaldas del pueblo y priorizando intereses sectoriales.
En un sistema constitucional como el nuestro, donde el Poder Legislativo posee atribuciones importantes y vitales para lograr la gobernabilidad que requiere el Poder Ejecutivo, la gestión de los parlamentarios tiene un valor crucial para el funcionamiento de la democracia.
Básicamente, se espera que los nuevos parlamentarios no repitan los vicios de sus antecesores y que antepongan los intereses del país a los de los grupos o partidos, pese a que un buen porcentaje fue reelecto en el cargo. Que entiendan que se requiere con urgencia aprobar leyes que ayuden a llevar adelante proyectos de desarrollo y de inversión. Se espera que pongan especial interés en los planes que contribuirán a tener una vida más digna, como el metrobús, proyecto que quedó pendiente para el nuevo Parlamento porque la anterior Cámara de Diputados no lo pudo estudiar en su última sesión, por falta de cuórum. Inadmisible.
Existen demasiadas cuestiones que corregir en el desempeño del Poder Legislativo. El abultamiento irracional del presupuesto público con fines meramente clientelistas o la componenda desvergonzada con la Justicia Electoral para mantener con plata del erario público a un ejército de operadores políticos que no cumplen ninguna función, son algunas de esas cuestiones por corregir.
El futuro del país está en manos de los 125 legisladores que asumen sus funciones, y la ciudadanía aguarda que se conviertan en servidores públicos y que no defrauden la confianza depositada en ellos.
Que la instalación del nuevo Congreso se convierta en una bocanada de aire que renueve las esperanzas en una clase política que mantiene una deuda histórica con la gente. De los parlamentarios que se ubican en sus respectivos curules depende aprovechar esta nueva oportunidad que brinda la democracia.