Mientras la espera se hace larga, confiesa sus cuitas a otra mujer que llegó a la parada, en las inmediaciones de un conocido centro comercial ubicado sobre la calle Oliva
“Viajar en colectivo exige destreza; hay que subir, equilibrarse, pasar la puerta estrecha del bus, mientras el conductor ya inició la marcha. Uno tiene miedo de caer, pero no queda otra”, le confió.
Según la Ley 5016 de Tránsito y Seguridad Vial, en el artículo 112, inciso V, señala que “mantener abiertas las puertas de un vehículo al servicio del transporte público, mientras se encuentra en movimiento o llevar pasajeros en las estriberas o no detenerse junto a la acera al alzar o bajar pasajeros”, es considerada una falta grave. Pero esta regla nadie la controla ni la cumple.
El caso de la mujer que falleció al caer de un trasporte público tras un robo, puso nuevamente a la vista el cumplimiento de las leyes dentro de las unidades.
El caso Cinthia Verónica Riquelme Rodas, una madre de 42 años, que falleció al caer de un trasporte público luego de un robo, en San Lorenzo, dejó en evidencia que viajar en colectivo puede costar la vida.
“Hay una inseguridad que mata”, dijo Lorenza Rodas, su madre, que quedó desconsolada.
Cinthia estaba por bajar del bus junto a sus dos hijos pequeños y tras tocar el timbre, un desconocido le arrebató su teléfono, perdió el equilibrio y cayó al asfalto.
“Ella no salió a correr detrás de nadie, ella solamente estaba en la puerta y el chofer no cerró su puerta, esa puerta tenía que estar cerrada. Perdió pies porque el chofer le imprimió más velocidad en ese momento y se cayó de espaldas”, dijo su madre minutos antes de darle el último adiós.
El peligro no termina con la imprudencia de los conductores ni con las pésimas condiciones de las unidades de transporte. Una vez dentro, coloca su mochila del revés como una suerte de chaleco que pueda protegerla de eventuales roces incómodos con las personas que se encuentran en los pasillos, y algunos, según su experiencia, no dejan pasar una oportunidad de cometer algún abuso.
“Mi teléfono celular que compré a cuotas hace un año, lo guardo entre mi ropa, en lugares donde no me podrán estirar. Siempre llevo otro celular de menor valor por si suba un asaltante. Viajar en bus es como sobrevivir en la selva, tenés que tener cuidado”, siguió contando la usuaria.
El temor a ser asaltado o ser víctima de otro tipo de delitos, según estudios, lleva a las personas a adoptar medidas de autoprotección, en especial cuando ya sufrió varias decepciones y prevalece una imagen negativa de la Policía y de los organismos judiciales.
Ante esta situación, el Gobierno se ve obligado a buscar respuestas para afrontar el problema. ¿Cuál es la solución? Sacar más policías en las calles que realizan capturas masivas y encarcelan a jóvenes delincuentes (o no), que en la mayoría de los casos tras permanecer unos días en el calabozo de la Comisaría, son liberados por falta de pruebas y los robos de teléfonos celulares y otros objetos en los buses sigue en constante aumento
Pero la problemática va mucho más allá. Los que usuarios de transporte público deben lidiar contra las secuelas que dejan cada viaje, afectando su salud mental, su calidad de vida y la convivencia con los demás. Tras haber superado toda esta odisea, el usuario de transporte público llega pirevaí a su casa.
Ya ni le queda fuerzas para compartir; debe juntar fuerzas para enfrentar otra jornada sin saber si logrará sobrevivir a la experiencia.