Citaba en mi comentario anterior un reciente estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), según el cual el comercio de bienes entre América Latina y China se multiplicó por 21 entre los años 2000 y 2012, pasando de poco menos de 12.000 millones de dólares a 250.000 millones, con capacidad de exceder los 400.000 millones cuando culmine el año que acaba de comenzar.
A todo ello, debe sumarse también el hecho de que, manteniéndose estos guarismos, en el año 2016 la República Popular China superará a la Unión Europea como segundo comprador de productos provenientes de América Latina.
Esa potencialidad llevó recientemente al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, a afirmar que la relación sino-latinoamericana se encuentra “en su infancia”, y que “estamos entrando en una nueva etapa de cooperación que, además de generar riqueza, puede mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos”.
La miopía que padecen los responsables del manejo de nuestra política exterior no les permite vislumbrar esta crucial perspectiva, llevándolos a ignorar no solamente las impresionantes cifras mencionadas por la Cepal, sino también elementos de juicio tan fundamentales como el hecho de que China es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU —con derecho a veto—, y que su creciente rol en América Latina la ha llevado a convertirse en país donante del BID y miembro observador de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Es verdad que el Paraguay mantiene un relacionamiento diplomático histórico con la isla de Formosa; sin embargo, ello no debería ser un obstáculo para entablar algún grado de relacionamiento con los chinos del continente. Al fin de cuentas, como alguna vez le escuché decir a una diplomática paraguaya, que seamos amigos de Taiwán no debe significar que seamos enemigos de China Popular.
Es, pues, probable que en el momento presente la situación no esté lo suficientemente madura como para entablar en el corto plazo lazos políticos con Beijing, pero es perentorio asumir algún tipo de vinculación, cuando menos con cierto tipo de gradualidad.
En su informe, la Cepal recomienda a los países de nuestra región la apertura de un Centro de Facilitación del Comercio en la capital china. Si bien la sugerencia apunta al conjunto de los países de América Latina, Paraguay puede estar en condiciones de incorporarla como estrategia de inserción inicial en el mercado chino. Quizás sea el momento de adoptar la propuesta.
Según el organismo económico regional, el Centro de Facilitación “se orientaría a apoyar las exportaciones regionales a China, estimulando su diversificación y promoviendo las alianzas comerciales y de inversión con empresas chinas”.
La decisión de instalar una oficina comercial ya había sido asumida durante la administración del presidente Fernando Lugo, aunque esta sede se proyectaba establecer en Shanghái en vez de la capital china. Desafortunadamente, por alguna razón que desconocemos, el plan nunca fue concretado.
Este es un momento propicio para relanzar esa iniciativa. Además de ser acertada, juiciosa y oportuna, nos permitirá obtener los beneficios que tanto requerimos para promover el anhelado desarrollo económico y social de un país que de ninguna manera puede permitirse el lujo de seguir desaprovechando privilegiadas oportunidades.