El Campus permanecía cercado desde el día anterior. La confianza en el levantamiento estudiantil –bautizado poco después #UNAnotecalles– y la esperanza de sanear la Universidad Nacional de Asunción (UNA), puso en vigilia a los universitarios frente al Rectorado, símbolo de la resistencia estudiantil y el lugar donde se encontraban las evidencias que le costaron al entonces rector Froilán Peralta la imputación por hechos de corrupción denunciados por ÚH.
Era la noche del 24 de setiembre, aniversario 126 de la institución. Poco después de las 21.00, las luces y los extraños movimientos en el interior del Rectorado llamaron la atención de dos estudiantes que caminaban detrás del edificio. Un grito alertó a todos y lo que iba a ser una fiesta terminó antes de que el primer grupo saliera a tocar.
"¡Están sacando documentos, vengan todos!”, se escuchó y –como en una estampida– el público eufórico se dirigió hacia donde se los requería. El temporizador se puso en marcha. Esa noche y madrugada se recuerda como la más espectacular de toda la primavera estudiantil, según los universitarios.
Puro realismo mágico. Así como la mezcla de azúcar, flores, muchos colores y la sustancia X dieron origen a las Chicas Superpoderosas; 4 horas de negligencia fiscal, un operativo de quemas de archivos y mucha, pero mucha, rabia estudiantil vieron nacer a una leyenda: la Comepapeles.
María del Carmen Martínez, entonces jefa de Recursos Humanos del Rectorado, la protagonista de esta historia, fue sorprendida mientras extraía documentos que comprometían a Peralta.
Ofuscada y repitiendo una y otra vez que no sacó nada del edificio, la “funcionaria leal” se refugió del escrache estudiantil en una patrullera de seguridad privada. Martínez intentaba huir en su auto, pero no pudo llegar hasta el estacionamiento. La camioneta verdeolivo se convirtió en un búnker que poco podía resistir la ira de los universitarios que parecían caminantes, esos zombies que alargan las temporadas de la serie de televisión The walking dead.
Evidencia. No había batería de celular que aguante el uso compulsivo de las linternas. Cientos de ojos se turnaban para controlar el más mínimo movimiento de la jefa de Recursos Humanos dentro del vehículo. "¡Miren, miren... esconde papeles entre su ropa! ¡Ahora los mete en la boca!”. Que te roben mientras estás en vigilia, te pone furioso; que después te digan que se mastica la posible evidencia hace “que todos pierdan la cabeza”, como diría el Joker de Heath Ledger en The dark knight.
Los estudiantes llamaron por cuatro horas a la fiscala Blanca Aquino, quien nunca llegaba y apenas les atendió. La tensión se extendió por cuatro horas y el rumor a la par: María del Carmen estaba rumiando papeles. Así nació esta “leyenda”, así se la recuerda.
Al tiempo que se decidía qué hacer para evitar que la funcionaria destruya más evidencias, en las facultades de Ingeniería y en Veterinaria también se registraban movimientos extraños. "¡Más quemas de archivo!”. Servida la paranoia, los universitarios se dispersaron para cuidar sus respectivas facultades. El líder estudiantil Fernando Krug dijo que lo ocurrido esa noche era un síntoma de la desesperación de la estructura que subestimó a los estudiantes.
Decisión. Estaban presentes estudiantes de todas las facultades de la UNA. Alrededor de la patrulla se improvisó una especie de consejo multidisciplinario para decidir qué hacer con la comepapeles, que aparentemente estaba en shock, según un estudiante de Medicina. Se aconsejó abrir un poco la ventanilla del auto para que le entre aire.
El estudiante de Derecho se negó. Argumentó que se podría culpar de plantar evidencia. Desde Psicología pidieron regular los escraches. Los furiosos académicos no sabían si María del Carmen estaba o no manipulando la situación en plan de víctima.
El escrache se detuvo. Se sometió a votación la moción de permitir que los bomberos voluntarios ingresen al Campus a los efectos de verificar el estado de salud de la comepapel. Los voluntarios entraron y la atención duró unos minutos; el silencio era más frío que ver perder a la Albirroja en las eliminatorias, las miradas controlaban todo, celulares grababan el procedimiento. Terminó el control.
"¿Y después?”, pregunta uno de los líderes. El paramédico usó términos técnicos. Se requirió precisión. Antes de que el voluntario termine de asentir con la cabeza y decir “sí, está bien”, se oyó en coro: "¡Hija de pu..., hija de pu..!”. Martínez salió del vehículo cuando por fin llegó la fiscala y juró que no tenía nada. Las investigaciones indicaron lo contrario. No se sabe si de verdad la funcionaria imputada por destruir evidencias tragó documentos. Lo cierto es que el mote de comepapeles quedará en los anales de la UNA.
Resaltan defensa de documentos
Fernando Krug, uno de los líderes de la primavera estudiantil, resaltó la reacción de los universitarios al asumir el rol de salvaguardar las documentaciones y frenar así el robo de documentos. Dijo que entre la euforia y la rabia primó la mesura ante la flagrancia que cometió María del Carmen Martínez. “Más rescato que los compañeros hayan comprendido que se debía resguardar el edificio con una convicción de responsabilidad”.