Rich Kelleman, cofundador de esta empresa con sede en Boulder (Colorado), se vio impulsado por un estudio californiano que descubrió que las mascotas estadounidenses consumen tantas calorías de origen animal como toda la población francesa.
Este ex comunicador se hizo vegano hace unos años, cuando se encargaba de la estrategia publicitaria de Burger King, impactado por las condiciones de vida (y de muerte) de los animales destinados al matadero.
Pero también por preocupación por el medioambiente. Según las Naciones Unidas, la ganadería industrial es responsable del 14% de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero.
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¿Pero cómo podemos mantenernos al margen de esta industria y alimentar a nuestros perros y gatos? Ellos no necesariamente pueden vivir a base de tofu y brócoli, o incluso de alternativas vegetarianas a la carne.
“He llegado a la conclusión de que si una empresa puede encontrar la fórmula adecuada, será mucho más fácil comercializarla que si se tratara de comida para humanos”, explica el empresario a la AFP.
Los animales “no necesitan que sea apetecible como la carne... Solo se necesitan proteínas animales integradas en los alimentos”.
Alimento competitivo
Su start-up sacó sangre a un pollo de alta gama, del que se dice que vive felizmente en una granja de Kansas. Los biólogos extrajeron el ADN para introducirlo en un microbio. Luego, el microbio fue puesto a fermentar para producir proteínas animales.
El proceso es similar al usado para producir la proteína utilizada en muchos quesos. “Suena extraño, pero es una técnica ya dominada. Simplemente lo estamos aplicando a un nuevo tipo de producto”, dice Rich Kelleman.
A su perro Rumples parece gustarle. Pero su empresa todavía tiene que superar muchos obstáculos antes de poder aspirar a una adopción generalizada. El primero de ellos, el precio.
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Incluso las “madres de perros” más ecológicas cuidan el precio de las croquetas (galletas, pienso o ración, como también se conoce a la comida seca que habitualmente se da a las mascotas).
“Desde que empezamos a utilizar tanques de fermentación, nuestros costes de producción se han reducido de 100 a 5 dólares por kilo de proteína. Y dentro de seis meses, esperamos estar muy por debajo de eso”, dice Tony Day, director de tecnología de la empresa.
Conseguir la aprobación de las autoridades sanitarias llevará aún más tiempo: al menos dos años de diversas pruebas y evaluaciones para comprobar la calidad de las proteínas y su impacto en la salud y el estado físico de los cuadrúpedos.
La empresa espera, por tanto, que los productos acabados salgan al mercado, a través de las grandes empresas de alimentos para mascotas, en la segunda mitad de 2023.
Lobos y leones
Queda entonces la cuestión crucial de convencer a los humanos, muy preocupados por el bienestar de sus mascotas.
En un parque cercano, los dueños de los canes se muestran interesados pero cautelosos. “Me gusta la idea de poder alimentar a mis perros con auténtica proteína animal sin dañar el planeta”, dice Rochelle Loughry, que cuida de sus dos pastores australianos.
“En teoría suena bien, pero necesitamos saber si los beneficios a largo plazo son los mismos que con la carne real”, modera Jason Ackermann.
El tema provoca más tensiones de las que cabría pensar.
Greg Okin, un profesor de la UCLA, fue objeto de airadas críticas tanto de los conservadores como de los activistas por los derechos de los animales por su estudio sobre el impacto medioambiental de los perros y gatos, que inspiró a Kelleman.
“Creo que se interpretó como si yo le estuviera diciendo a la gente que matara a sus mascotas o que no las alimentara, y no se trataba para nada de eso”, recuerda el docente.
Parte del problema, dice, es también el marketing que refuerza la idea de que “tu perro es un lobo, tu gato es un león” en los anuncios que promocionan productos más caros y ricos en carne.
El profesor ha escuchado asimismo el argumento de que, de cualquier forma, las galletas provienen de subproductos avícolas o bovinos que los humanos no comen, por lo que convertirlos en croquetas evita que se desperdicien.
“Estos subproductos siguen necesitando tierra, agua y energía”, responde Kelleman. “Y sigues matando un animal para alimentar a otro”.