El objetivo de dicho viaje era el de conocer la transformación que sufrió esa ciudad en los últimos años, pasando de ser la ciudad que albergaba al narcotraficante Pablo Escobar y a su temible Cartel de Medellín, a ser hoy una de las ciudades más innovadoras del mundo.
En la década de los ochenta, la ciudad se encontraba devastada como consecuencia de los miles de muertos en explosiones en edificios y en aviones, y por los más de 4.000 asesinatos ordenados directamente por Escobar.
En esa época, desde esta ciudad se controlaba el 80 por ciento de la producción mundial de cocaína y el 75 por ciento del tráfico de dicha droga hacia los Estados Unidos.
Tras el abatimiento de Escobar en 1993 y la destrucción de su organización criminal, la ciudad comenzó lentamente su proceso de recuperación.
Pero gracias al extraordinario liderazgo ejercido por dos alcaldes (intendentes municipales) como el matemático Sergio Fajardo y el escritor Alonso Salazar, a quienes acompañaron los principales líderes de la sociedad de Medellín, la transformación de la ciudad se aceleró vertiginosamente.
Para hacer posible dicha transformación se ejecutaron diversos proyectos, como la modernización del sistema de transporte público, la restauración del Jardín Botánico y el embellecimiento de la ciudad con esculturas de Fernando Botero, artista oriundo de Medellín.
Pero tal vez lo más importante ha sido la creación de un Centro de Innovación y Tecnología llamado Ruta N, creado para la construcción de un ecosistema que iba a permitir desarrollar la innovación, tanto al sector público, como al sector privado y al académico.
Por ejemplo, la ciudad de Medellín se encuentra rodeada por montañas y en las laderas de estas se encuentran favelas similares a las de Río de Janeiro, a las que era casi imposible acceder por la falta de caminos en elevaciones tan escarpadas.
En estas favelas el narcotráfico reclutaba a sus miembros y la inseguridad en ellas era total.
Luego de la derrota del narcotráfico, para facilitar el acceso a dichas favelas se construyeron un maravilloso sistema de tren eléctrico similar al de cualquier capital europea, un moderno sistema de monorriel similar a los que se utilizan en los centros de esquí, y un gigantesco sistema de escaleras mecánicas.
Estos sistemas de transporte son utilizados todos los días por más de 500.000 personas, lo que les permite a todas ellas reducir de 4 horas a unos 20 minutos sus desplazamientos desde las favelas hasta el centro de la ciudad.
Lo más interesante de este proceso de transformación de Medellín es que pudo hacerse en unos pocos años, gracias al desarrollo urbano con sentido social, gracias al uso intensivo de las diversas tecnologías y, sobre todo, gracias a la innovación.
En un concurso organizado por la Urban Land Institute, el Citi Group y el Wall Street Journal para identificar entre cientos de ciudades a la Capital Mundial de la Innovación, Medellín fue la ganadora superando a ciudades como Nueva York, Tel Aviv y Londres, entre otras.
El premio se le otorgó a Medellín porque gracias a la innovación en el sistema de transporte, tuvo una enorme reducción en la emisión de dióxido de carbono que mejoró el medioambiente, tuvo una mejoría en la integración entre zonas ricas y pobres de la ciudad, tuvo una mejoría en la situación económica en general y tuvo una reducción de la criminalidad en un 80 por ciento.
Todos los que fuimos a Medellín vinimos muy inspirados con lo que hemos visto allí. Fue ver cómo una ciudad que tuvo el triste honor de ser la más violenta del mundo, logró transformarse en una hermosa y moderna ciudad en tan solo unos 20 años.
Vinimos inspirados, pero también desafiados, porque si nuestros hermanos de Medellín pudieron hacerlo, ¿por qué no podríamos hacerlo nosotros en el Paraguay?