En el Evangelio de hoy meditamos sobre nuestra propia actitud de corazón. Los escribas han visto los grandes milagros de Jesús y han escuchado sus enseñanzas. Aun así, le acusan de hacer esos prodigios por el poder de Satanás. Su actitud es ponerse por encima del Señor. …Y eso les lleva a rechazar a Dios.
Tú y yo, en ocasiones, también podemos actuar como los escribas. Quizá no con un rechazo frontal, pero sí negando sus enseñanzas en nuestro interior. Puede ocurrirnos que pensemos que una enseñanza de la Iglesia es muy dura y prefiramos seguir amarrados a nuestras propias opiniones, o que no queramos hacer algo que Dios nos pide.
El camino del cristiano es de seguimiento de Cristo. En ocasiones el camino es arduo, pero en él está la felicidad. Para lograr la unidad de los cristianos, es preciso primero que nosotros estemos muy unidos a la raíz, a Jesús. Y el medio para conseguirlo es a través de la oración, momento en que conocemos la voluntad de Dios para mí.
Por eso, una actitud que debemos fomentar frecuentemente es la de perdonarnos a nosotros mismos, por nuestros pecados personales. El que no reconoce que ha pecado, no se perdona a sí mismo y sigue amarrado a sus propias convicciones, que no son las de Dios. No podemos salvarnos por nosotros mismos, necesitamos la gracia de Dios. Si rechazamos la ayuda de Dios, el amor infinito que Dios nos tiene, no podremos alcanzar la santidad.
San Josemaría repetía con frecuencia una jaculatoria “Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam”, para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo Espíritu. Busquemos estar siempre muy unidos a Dios a través de la oración. Un camino para conseguir esta unidad es ser siempre muy fieles y rezar diariamente por el Papa y por la Iglesia.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/2025-01-27/)