Un reportaje publicado ayer por este diario mostraba cómo los pobladores de Mayor Otaño, en Itapúa, cruzaban tranquilamente a pie la frontera entre la Argentina y el Paraguay, caminando por un sendero de piedras, con algunos pocos espejos de agua que permanecen alrededor.
Quizá la imagen no causaría tanto impacto si el corresponsal en la región no hiciera notar que ese camino de piedra es en realidad el lecho de uno de los ríos más caudalosos de Sudamérica, el legendario Paraná, que actualmente muestra una imagen totalmente desacostumbrada y muy impresionante, como efecto de la prolongada y cada vez más acentuada sequía, que también afecta al otro gran río que da nombre a nuestro país, el Paraguay, que se acerca cada vez más al nivel de cero hidrológico, que muy pocas veces llegó a alcanzar.
Según los expertos en Argentina y Paraguay, desde 1944 no ocurría una situación de sequía hidrológica a este nivel. El Instituto Nacional del Agua (INA), del vecino país, trazó un escenario que indica que el río Paraná alcanzaría sus niveles más bajos de la historia a fines de setiembre, superando la marca de 1944 cuando se registró -1,04 metros, a la altura del puerto de Santa Fe.
El Paraguay no queda atrás en esta situación que pone en peligro los humedales. La navegación de barcazas transportadoras es prácticamente imposible, los peces se encuentran a merced de los depredadores. Nuestro país tiene actualmente la tercera flota fluvial más grande en el mundo para navegación por ríos, con salida al mar, y la bajante impide poder sacar grandes partidas de oleaginosas, cereales y carne para su venta a los mercados mundiales, principal motor de nuestra economía.
Es un fenómeno preocupante, que eleva la alerta sobre el cambio climático y ocasiona graves perjuicios a la economía, afectando principalmente al transporte de productos agropecuarios a través de la hidrovía y amenazando a la población de peces. Sectores conservacionistas piden que el Gobierno decrete una veda anticipada de pesca, como ya ocurre en países vecinos, para proteger a la fauna ictícola.
En la Argentina, el gobernador de la provincia de Msiones, Óscar Herrera Ahuad, ha decretado Emergencia hídrica el pasado 30 de julio. A nivel nacional del vecino país, el presidente Alberto Fernández también declaró Estado de Emergencia Hídrica por 180 días en toda la región de la cuenca del río Paraná que afecta las provincias de Formosa, Chaco, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos, Misiones y Buenos Aires. Ya han impuesto limitaciones a la pesca, para evitar la depredación de la fauna de ríos.
En nuestro país, a pesar de continuas reuniones del Gabinete sobre la situación, el Gobierno aún no ha tomado acciones de impacto. Adelantar la veda pesquera es una medida necesaria, además de otras que se deben adoptar con urgencia para atenuar los efectos de la sequía y la tremenda bajante de los ríos. No se puede hacer llover, pero se puede trabajar en mayor dragado del cauce, parar la intensa deforestación y mejorar el transporte terrestre y aéreo como alternativas, atendiendo además la provisión de agua a las poblaciones más castigadas.