16 dic. 2024

Urge reforma del transporte público y no improvisaciones

En la vergonzosa historia del transporte público en el Paraguay resaltan las decisiones improvisadas y las promesas populistas. Lo que ha estado siempre ausente es el compromiso de los gobernantes, autoridades y funcionarios con las necesidades reales de la población. Nuestro país carece de un sistema de transporte público y movilidad; por eso, sigue manteniendo una estructura arcaica que evidentemente no está diseñada para el bienestar ciudadano, sino para mantener un esquema que solamente favorece a unos pocos.

A mitad de este año hubo una amenaza de paro del transporte público, la cual el Gobierno logró detener tras llegar a un acuerdo con el Centro de Empresarios de Transporte del Área Metropolitana. Según lo acordado, Gobierno y empresarios trabajarían en mesas técnicas con el Viceministerio de Transporte; al mismo tiempo, el Gobierno anunció un proyecto de reforma del sistema con un abordaje integral a la problemática, el cual nunca se hizo realidad.
A semanas del inicio de un nuevo año, aquello sigue siendo una promesa, y para los usuarios, la mejora en el sistema continúa siendo una utopía. Como habían señalado en aquella situación los miembros de la Organización de Pasajeros del Área Metroplitana de Asunción (Opama): “Los usuarios del transporte somos rehenes del chantaje de los empresarios al Gobierno”; según esta organización, los pasajeros son “daños colaterales de los berrinches de un sector que juega con la vida de la gente”, sin ofrecer un servicio que cumpla con las condiciones mínimas de seguridad.

Las promesas aparecen con cada crisis y luego se las lleva el tiempo. Las pasadas semanas han aparecido propuestas que nos dan la medida exacta de los niveles de improvisación.

Con bombos y platillos, el Gobierno anunció una donación de 30 autobuses eléctricos por el Gobierno de Taiwán, buses modernos con tecnología de vanguardia que usarán energía limpia, con un diseño moderno enfocado en la comodidad de los pasajeros, informaron. Se agradece la donación, sin duda, pero es una fantasía o una mentira de parte de nuestras autoridades considerar que una decena de buses eléctricos harán una diferencia positiva en el caso de nuestro obsoleto sistema. Estos buses tan modernos, probablemente, serán administrados por las mismas empresas de transporte que operan unidades preferenciales que cobran boletos más caros sin ofrecer el servicio que comprometieron.

La otra noticia resulta, sin duda, inaudita: El gobierno municipal de Asunción, sumido en una grave crisis financiera y de credibilidad, ha anunciado la implementación de un tren liviano que circularía por la Costanera Norte.

Necesitamos que las autoridades se enfoquen en el panorama completo y no solo en detalles y promesas. El primer punto por considerar es que el país no cuenta con un sistema de transporte a nivel nacional, que realmente esté en condiciones de resolver las mínimas necesidades de la población. Los mismos problemas que sufren trabajadores y estudiantes en la capital y el área metropolitana aquejan a los pobladores de otras ciudades del país. El servicio es pésimo, funciona con reguladas sistemáticas y los servicios nocturnos y de fines de semana no existen.

Deben entender las autoridades que no es una solución llenar calles y avenidas con buses eléctricos, pues solo se sumarán al caos que padecemos actualmente. Lo que necesitamos es compromiso y que designen a expertos y conocedores del tema, si queremos ingresar al siglo XXI. Necesitamos un sistema de movilidad que ofrezca una alternativa al uso masivo de vehículos particulares. Ese sistema de trasporte público deberá ser cómodo, seguro y deberá cubrir todos los itinerarios necesarios, brindando un eficiente servicio a la población.

Un eficiente transporte masivo contamina menos y alivia el tráfico, que hoy es un caos irremediable. Por otra parte, es una tendencia la adopción del sistema denominado BTR, el sistema de autobús de tránsito rápido, combinado con metro, tranvía, sistema de trenes de cercanía y largas distancias y bicisendas. Pero para que esto sea posible la clase política debe dejar lado sus particulares y mezquinos intereses políticos y económicos y optar por ofrecer calidad de vida de la población.

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